(*) Dr. Raimundo Mijares
Velorio de Cruz de Mayo en Marín.
San Agustín del Sur. Caracas
Foto: Cortesía de CISCUVE.
Resumen
El artículo que a continuación se presenta fue una experiencia de investigación, relacionado con el tema patrimonial. El mismo consistió en una investigación de campo no experimental. Diseño cualitativo con carácter emergente; La investigación se abordó con el enfoque del construccionismo social, la corriente fenomenológica social. Las técnicas que se usaron para el diseño de investigación de campo fue la observación participante, entrevista en profundidad y grupo de discusión. Uso del método narrativo-biográfico, utilizando para ello constructos de los autores Bolívar (2001) y Ugas (2005). El estudio tuvo como objetivo, generar elementos teóricos asociados a los sentidos y significados que les asignan los actores sociales a la expresión religiosa Santa Cruz de Mayo. El contexto donde se realizó la investigación fue la parroquia San Agustín, barrio Marín, Caracas. Venezuela. Esta devoción en Marín tiene sus inicios en el año 1940, cuando el matrimonio conformado por Félix Mata y Dolores Brito de Mata llegaron a Caracas desde su natal Río Chico, sector Caraquita, estado Miranda. Esa tradición se afianzó en el sector con una breve interrupción causada por la desaparición física del señor Félix María Mata, ocurrida el año 1975.Sin embargo, en el año 1982 otra generación de cultores, residentes en el mismo barrio, tomó la responsabilidad de continuar con la devoción. Se constituyeron en la Sociedad Cruz de Mayo de Marín. Hoy día, ya son tres las generaciones que están involucradas en la tarea de continuar dándole valor patrimonial a esa festividad de esa religiosidad popular. Del proceso investigativo emergieron hallazgos, entre los que se exponen en el presente artículo aspectos: históricos, sociocultural, socio comunitario y la manera cómo la comunidad se relaciona para festejar su devoción patrimonial cultural, permitiendo observar que durante esa celebración la incidencia delictiva en el entorno es mínima.
Palabras Clave: Patrimonio Cultural, Cruz de Mayo, barrio Marín.
Abstract
The article that is presented below was a research experience, related to the patrimonial theme. It consisted of a non-experimental field investigation. Qualitative design with emergent character; The investigation was approached with the approach of social constructionism, the social phenomenological current. The techniques that were used for the design of field research were participant observation, in-depth interview and discussion group. Use of the narrative-biographical method, using constructs of the authors Bolívar (2001) and Ugas (2005). The objective of the study was to generate theoretical elements associated with the meanings and meanings assigned by the social actors to the religious expression of Santa Cruz de Mayo. The context where the research was conducted was the San Agustín parish, Marín neighborhood, Caracas. Venezuela. This devotion in Marín has its beginnings in 1940, when the marriage formed by Felix Mata and Dolores Brito de Mata arrived in Caracas from their native Rio Chico, Caraquita sector, Miranda state. That tradition became entrenched in the sector with a brief interruption caused by the physical disappearance of Mr. Felix Maria Mata, occurred in 1975. However, in 1982 another generation of cultists, residents in the same neighborhood, took the responsibility to continue with devotion. They were constituted in the Cruz de Mayo Society of Marín. Today, there are already three generations that are involved in the task of continuing to give patrimonial value to this festivity of that popular religiosity. From the research process emerged findings, among which are exposed in this article aspects: historical, sociocultural, community partner and how the community is related to celebrate their cultural heritage devotion, allowing to observe that during this celebration the criminal incidence in the environment It is minimal.
Key words: Cultural Heritage, Cruz de Mayo, Marin neighborhood.
Expresando los marcos legales para la escritura del presente artículo relacionado con la religiosidad popular y sus festividades tradicionales, temas asociados a los saberes del pueblo y de cómo las comunidades celebran sus tradiciones, me permito introducir a la UNESCO, como una organización internacional importante que mantiene una mirada atenta y de respeto sobre el patrimonio cultural en el ámbito global. En este sentido, la 32ª Convención de esa organización celebrada en Paris desde el 29 de septiembre al 17 de octubre de 2003, reconoció la importancia que reviste el Patrimonio Cultural Inmaterial, crisol de la diversidad cultural y garante del desarrollo sostenible. También se destacó la recomendación de la UNESCO, en un hecho realizado el año 1989, allí se distinguió la salvaguarda de la cultura tradicional y de los pueblos. Asimismo, la Declaración Universal de la UNESCO sobre la Diversidad Cultural de 2001 y la Declaración de Estambul de 2002, aprobada por la Tercera Mesa Redonda de Ministros de Cultura (UNESCO, Paris, 2003). Del mismo modo, la Convención de la UNESCO, número 33, relacionada con protección y Promoción de las Expresiones Culturales (2005), ratificación que realizó la Asamblea Nacional de la República Bolivariana de Venezuela el año 2007.
En vista del marco que ampara y resguarda la actividad que realizan los cultores en sus distintas expresiones creativas, no es menos que saludable la preocupación que muestran los organismos nacionales e internacionales por el quehacer cotidiano de estas colectividades radicadas a lo largo y ancho del territorio venezolano.
Podemos observar como Venezuela se muestra en su legado patrimonial inmaterial como una región que, desde su génesis, siempre albergó una cantidad considerable de manifestaciones socioculturales tradicionales. De acuerdo a González Ordosgoitti (1992),define las fiestas como “las diversas maneras como una sociedad expresa su sentido de relación con los tiempos extraordinarios de su existencia cotidiana”. Mientras que(Canclini citado en González Ordosgoitti), nos recuerda que: “las fiestas rurales son para las poblaciones aborígenes y campesinas, acontecimientos colectivos arraigados en su producción, que son celebraciones fijadas de acuerdo al ritmo del ciclo agrícola o el calendario religioso, donde la unidad doméstica de vida y trabajo se reproducen en la participación y unidad de la familia”.
Sin entrar en las definiciones de fiestas, sino ofrecer una semblanza expresionista de los aconteceres que suscitan y dan origen a estas festividades en esas comunidades,indicamos a continuación sentidos y significados de estas conmemoraciones.
De esta manera observamos fiestas rituales fiestas urbanas, fiestas que marcan un acontecimiento feliz (Duvignaud citado en González Ordosgoitti), como lo puede ser el nacimiento de un niño, la celebración de una unión conyugal, asimismo, la recolección de cosecha, entre otras.
Desde ese punto de vista, nuestra mirada de la fiesta como un hecho social total, tal como nos lo dice (Mauss citado en Homobono), es la de una celebración cíclica y repetitiva, de expresión ritual y vehículo simbólico, que contribuye a significar el tiempo calendario y a demarcar el espacio. Éstas se ubican en oposición al tiempo ordinario y a la vida cotidiana, estableciendo una relación dialéctica, paradójica y contradictoria entre lo sagrado y lo profano, entre la ceremonia religiosa o cívica y lo lúdico, la celebración y la rutina, las pautas de institucionalización y de espontaneidad, la liturgia y la inversión, la trasgresión y el orden, la estructura y la communitas, las dimensiones de lo público y de lo individual. A través de ella, un agregado social entra en contacto con las fuentes últimas de su identidad y reconstruye la experiencia de comunidad imaginada, mediante la actuación de grupos específicos como agentes del ritual festivo. Evidenciando y exaltando identidades y religaciones, contribuye a la toma de conciencia y a la creación de identidad colectiva. Es por tanto, la fiesta, que mediante la eficacia de la acción ritual, está dotada de ese poder configurador de la realidad, y no por simbólica deja de tener efectos sociales, económicos y políticos; potenciales que no ha perdido en las sociedades multiculturales y globalizadas de la modernidad tardía, ya que vehicula la expresión de identidades heteróclitas.
Refiriéndonos en nuestra especificidad a la festividad que le da título a este artículo, como lo es la Santa Cruz de Mayo, esta es una celebración de origen agrícola que alude a los actos celebratorios en honor a la recolección de las cosechas, pero al mismo tiempo, para agradecer la presencia de la llegada de las lluvias; elemento propiciador entre el cielo y la tierra para producir en las entrañas terrenales el surgimiento de los vitales alimentos para garantizar la permanencia y la vida sobre la faz de la tierra.
En ese sentido, distinguiremos en el referido artículo la manifestación religiosa popular de la Santa Cruz de Mayo que se celebra en la parroquia San Agustín, barrio Marín desde hace 79 años. Desde la segunda generación de cultores de esta manifestación, han venido celebrando el Velorio de Cruz de Mayo el 30 de abril. Como es sabido su fecha central de celebración es el 3 de mayo, sin embargo, el enraizamiento devocional que ha venido sucediendo en la ciudad, hace que, incluso el mes de junio, sea propicio para realizar muestras y Velorios de Cruz de Mayo.
Una aproximación de un estudio realizado en el año 1992 en ese sector, nos muestra la imagen de la señora Dolores Mata de Brito, esposa de Félix Mata ambos cultores de la Cruz de Mayo. En aquella entrevista que le realizáramos el equipo investigativo, conformado por Pacheco, Urbina y Mijares, nos contó la odisea que significó el traslado desde San José de Río Chico, sector Caraquita, estado Miranda, hasta Caracas, a finales de los años 1930.
Gráfica 1
La cultora de la Santa Cruz de Mayo, Dolores Brito de Mata
Foto: Cortesía Casa Cultural Teatro Alameda.
Este artículo está motivado por la experiencia investigativa realizada en la parroquia San Agustín, en relación al tema de la devoción de los Velorios de Cruz que es tradición en los diversos sectores del lado sur de esa parroquia y concretamente en Marín, que se convirtió en el eje cultural de esa popular comunidad caraqueña.
El cronista caraqueño Lucas Manzano (La Guaira 1864-1966), nos revela en sus Tradiciones caraqueñas, una anécdota histórica que tiene que ver con la designación de Venezuela como Santa Cruz y provincia primada de América hecho acontecido en el mes de mayo del año 1520, por su Santidad León X. Relata el cronista que ese acontecimiento llenó de orgullo a los caraqueños, quienes festejaban en las esquinas honradas con la Cruz, el advenimiento de la Virgen María.
Hablar de la representación de la festividad que llevan adelante estas diversas comunidades asentadas a lo largo y ancho del territorio nacional, es un acto significativo de su existencia cotidiana. Expresa una demostración de su pasión que caracteriza a cada una de sus creencias; al exponer su mundo de realizaciones divinas y tradicionales que les permiten manifestar su fe y el compromiso de su legado que les ha sido transmitido de generación en generación, mediante ese acto patrimonial manifiestan su compromiso social y cultural con la permanencia y representación de su hecho cultural más significativo.
Haciendo una aproximación hacia las comunidades cultoras de esta manifestación cultural, ésta nos permite introducirnos en los diversos espacios sociales de las ciudades, cuya característica principal son los sectores y/o barrios que serpentean la geografía nacional. Planteándonos diversas interrogantes del porqué de esta realidad, podemos indicar que una de ellas pudiese revelarnos que su origen está en la cantidad de personas que se movilizó desde el interior de la república hacia los centros urbanos de las principales ciudades, a finales del siglo XIX y todo el siglo XX hasta mediados de los años 1960. Asimismo, la generalidad de esos grupos al no satisfacer su necesidad de una vivienda formal, optó por ubicarse en espacios desprovistos de instalaciones en servicios vitales como electricidad, agua potable, aguas servidas, servicio telefónico, recolección de desechos, entre otros servicios. Posteriormente y, gracias al trabajo socio comunitario por la defensa y solución de sus problemas relacionados con esas ausencias de servicios, estas carencias se fueron solucionando en beneficio de esos grandes conglomerados.
El valle de Caracas se nos presenta en sus cuatro puntos cardinales cubierto de edificaciones de bloques de arcilla, cemento, techos de láminas y platabandas; esa imagen impresionante de la ciudad capital que se panea en una especie de murallas adheridas a los terrenos pendientes, constituyen gran parte de la periferia, de los barrios; mientras que otros casi no se ven, pues ocupan los lechos y las riberas de las quebradas o intersticios entre otros tipos de edificaciones. Sonesos espacios donde viven cerca de la mitad de la población urbana venezolana. Sin entrar a describir su historia, podemos decir que éstos se han ido conformando poco a poco; de una cierta manera han legitimado su existencia, por la cuantía de los que no teniendo un hogar, han construido ciudad…esa otra ciudad;tornándose, tal vez sin saberlo y sin quererlo, en una fuerza, a pesar de no tener el poder real y aunque algunos de los barrios todavía no hayan sido reconocidos jurídicamente. Signo de esto es el que no formen parte de la ciudad considerada en los planes de urbanismo; sin embargo, los barrios pueden considerarse legales, Pérez Perdomo, (1991).
Esta nueva realidad social, ocurrida en lo finisecular y lo secular, sin lugar a dudas, ha contribuido a revitalizar nuevos tejidos en la recomposición y convivencia entre los seres humanos que, aun sin disfrutar de estas celebraciones, reconocen y valoran la importancia de estas manifestaciones como símbolo de identidad nacional.
Es interesante observar y constatar cómo estas manifestaciones festivas como la Cruz de Mayo, se fueron convirtiendo en un emblema para sus sectores vecinales, sembrándose el patrimonio cultural inmaterial que se expresa y se genera entre los cultores, en un símbolo que fraterniza y garantiza la permanencia de sus festividades, otorgándoles a sus cultores valor social entre los miembros de su comunidad.
La amplia gama de manifestaciones culturales celebratorias que emergen desde esos tejidos socialesson una constante de esperanza en la lucha por la salvaguarda de sus sentidos culturales.Hemos vistos que en algunos casos, estas festividades han sido objeto de una resemantización para adaptarse al modo de vida en las ciudades, generando con ello una cultura de aceptación, González Ordosgoitti (1992)
Gráficas 2,3,4,5: Velorio de Cruz de Mayo en Marín. 2006. Fotos: Cortesía doctor, Newton Rauseo.
Las gráficas nos muestran el entusiasmo con que son recibidas estas actividades en las comunidades, la cual es gratamente sorprendente, ya que la emoción que despiertan entre el público que se hace presente, es de devoción, respeto y comprensión ritual. Aunque algunas fiestas se pueden ubicar por regiones de procedencia y/o celebración, es necesario distinguir el simbolismo presente en cada una de ellas para entender su sentido y significado.
A los días de hoy y en retrospectiva histórica, es innegable la adaptación cultural que han sufrido estas festividades, desde que el proceso de conquista española posó sus pies en este continente. La incorporación del calendario católico ha dado lugar a la asimilación de un nuevo almanaque de manifestaciones que incorpora santorales y festividades a lo largo y ancho del continente americano. Este hecho, por supuesto, fue fruto de ese proceso aculturador, al que se vieron sometidas estos grandes conglomerados. En condición esclavizada incorporaron grandes contingentes de personas traídas del continente africano, añadido a ello el sometimiento mediante el exterminio progresivo y sistemático de las poblaciones aborígenes presentes en gran parte del continente. Esa tríada formada por los europeos, los aborígenes y los negros (En nuestro caso venezolano), fue un crisol que se vino edificando de manera creativa en el desarrollo de la diversidad de manifestaciones socioculturales.
Me permito realizar una reflexión en concordancia con el título del presente artículo y es el que, si la cantidad poblacional urbana es casi parecida a la que habita en las urbanizaciones y parroquias, siendo que, jurídicamente pertenecen estos conglomerados a estos mismos entes y en esos sectores, sus habitantes promueven y difunden festividades de diversas formas, entonces, estas celebraciones religiosas populares no son, desde luego, una festividad que tiene como protagonista a la minoría; sino todo lo contrario.
Gráfica 6
La cultora de la Cruz de Mayo,
Gladys León
Foto: Acervo del autor.
De acuerdo con el acontecer de las festividades y siendo consecuentes con el comportamiento que ocurre en el interior comunitario, podemos expresar que éstas mantienen una apreciable presencia de devotos y creyentes en la generalidad de los sectores de los centros urbanos. Evaluaciones recientes vinculadas con su permanencia, nos revelan que su prolongación en el tiempo es significativa.
Del mismo modo, y el olvido no es exprofeso, considero que es necesario hacer la referencia a las comunidades étnicas biculturales binacionales en Venezuela, cuya presencia en el país es notoriamente importante, desde el punto de vista sociocultural. Realizando una cita del doctor González Ordosgoitti, en relación a este tema, nos ilustra expresando que la vigorosa presencia de estas comunidades en Venezuela no deja lugar a dudas y es menester realizar investigaciones acerca de las mismas con el fin de conocer a la otra mitad de los venezolanos, así como de las manifestaciones culturales que realizan y emergen de sus tejidos sociales.
En relación a los orígenes de la festividad de la Cruz de Mayo éstos nos develan un mito cosmogónico que se conjugó con el mito originario, y que se expresó con la llegada de los conquistadores españoles. Ambos cotejos culturales empezarían un proceso de lucha, resistencia y creación alternativa, hasta concluir en un encuentro que posteriormente será la significación que hoy día celebramos como la festividad de los Velorios de Cruz.
Aquí, en este territorio, ocurrió el encuentro de dos formas rituales originales de representación simbólica de la festividad objeto de este artículo: una, el mito originario de Jesús en la Cruz traído por los españoles y el otro, el asociado a la constelación de la Cruz del Sur donde los aborígenes agradecidos por su aparición ofrecen una ritualidad. Un mito cosmogónico.
Ese símbolo físico y espiritual de la cristiandad, va a estar consustanciado con la constelación de la Cruz del Sur que los aborígenes de esta tierra ya reverenciaban, como un acto de agradecimiento por la llegada de las lluvias; tiempo propicio para la siembra y posterior recolección de la buena cosecha.
Por tal motivo, fue sorprendenteel hallazgo agrícola al comprobar la diferencia encontrada por los conquistadores cuando comprobaron que en estos territorios se daban dos cosechas al año en la mayoría de los frutos, en vez de una como se recolecta en Europa.
Así, pues, nuestros indígenas siempre reverenciaron y agradecieron las cosechas como una forma sagrada de conectarse con fuerzas sobrenaturales. He allí, entonces, que el símbolo de la Cruz de Mayo como oferente de vida y salud, tiene su espacio de realización ceremonial a lo largo y ancho de los campos de Venezuela. Esa población que habita en la diversidad del territorio nacional cuando se traslada a los centros urbanos, va a reproducir su cultura como razón primordial de su existencia cotidiana en tiempos extraordinarios.
Desde el punto de vista de la dinámica cultural, que se expresa en los conglomerados que viajaron desde el campo hacia la ciudad, también estuvieron contenidos elementos culturales representativos que impidieron un desarraigo de sus sentidos originarios. Por tal motivo, la resistencia de Félix María Mata y Dolores Brito de Mata se manifiesta en la tenacidad con que celebraban su Velorio de Cruz de Mayo en El Manicomio, San José, Negro Primero y, posteriormente, en Marín. Como se ve fueron cuatro mudanzas en Caracas y la persistencia de su hecho cultural, el cual los convoca para seguirse representando en la memoria colectiva de una devoción festiva religiosa y tradicional.
La característica principal de esta festividad es la de celebrar un acontecimiento feliz relacionado con la llegada de las lluvias que propician, la siembra de los frutos, luego la recolección de la cosecha. Sin embargo, en Marín y en todos los sectores de esta parroquia observamos una resemantización de la festividad, manifestada ésta por la suspensión de actividad delictiva en el espacio sagrado de la celebración y sus alrededores. Aún más, los muchachos al margen de la ley colaboran en los actos celebratorios. Del mismo modo, se mantiene el pedido de promesas hacia el logro de un empleo, salir bien en los estudios, tener buena salud y deseársela a la familia y amigos.
Nos dice el investigador Marzal (2002), por quien guardo un admirado respeto, fundado este valor por ser uno de los investigadores latinoamericanos que ha tratado el tema de la religiosidad popular suramericana en profundidad, “que la forma como expresan su religiosidad los vecinos y cultores, está guiada por un carácter alejado de los cánones de la iglesia católica, aunque sin desdeñar de ella y sí coincidir en su conducta devocional de adoración simbólica”.
Desde mi reflexividad y por testimonios aportados por los vecinos y actores sociales de la parroquia San Agustín, su culto a la Santa Cruz le es por tradición y devoción.
Puedo expresar también que su devoción indica una forma de ver, de vivir la vida y de socialmente construir el mundo en conjunto con sus vecinos. He aquí lo interesante: su religiosidad no se comparte por una catequesis formal, sino por la socialización que comparten cotidianamente. Tal como no los reitera Marzal, refiriéndose a la arquitectura fundamental de cualquier tradición:
Como todo sistema religioso, está constituido por un conjunto peculiar y complejo de creencias, de ritos, de sentimientos, de formas de organización y de normas éticas, aunque la devoción a los santos sea, como se verá después, su principio fundante. Marzal (2002) (s.n.p.).
Entre los encuentros más resaltantes que han emergido del proceso investigativo, puedo empezar por mencionar el sentido devocional presente en los vecinos hacia la Santa Cruz de Mayo. Pude percibir su abnegación, creencia y fe en los preparativos que realizan para llevar a cabo el Velorio de Cruz. Esos pasos socialmente construidos por los parroquianos a lo largo de muchos años en esa actividad, constituye un lazo de unión filiatorio que define su tradición como un hecho cultural, que los hermana para asumir horizontes tan amplios y retos, así sean éstos muy grandes.
En el caso de la comunidad de Marín, para ellos su celebración reviste la mayor atención y expresan un carácter solidario con todas las cofradías de la localidad, de la región y de la nación.
Desde diversos testimonios ofrecidos por los actores sociales, el cultor Jesús “Paicosa” Guzmán, nos comunicó lo siguiente: nosotros un grupo de muchachos para esa época, nos encargamos de la tradición de los Velorios de Cruz desde el año 1982. Allí nos formamos, aprendimos y echamos pa’lante una tradición que es nuestro patrimonio.
Interpreto que ese hecho cultural retomado y continuado a partir de la organización vecinal por un grupo de jóvenes de ese sector, sintetizó comentarios por la nostalgia y recuerdos recientes de una celebración que encontró en esos muchachos los justos y adecuados cultores que requería esa tradición para continuar desarrollándose en su comunidad. Es de mencionar que la festividad dejó de celebrarse en el sector por la desaparición física del cultor Félix Mata, quien falleció el año 1975. Desde allí, la segunda generación de cultores fue edificando una práctica religiosa que los hermanó y que se hizo una referencia en el sector. Esa religiosidad popular co-construida cimentó su fortaleza para afrontar hechos cotidianos y resultar airoso ante vicisitudes, como lo puede ser la acción delictiva.
Cuando hablamos de religiosidad popular, es propicio recordar al investigador Segura, cuando nos decía que fue durante la época del animismo, que se empezó a denominar como religiosidad popular las actividades que realizaban las personas con menos conocimientos.
Del mismo modo, en ese dialogar nos decía Marzal que:
El catolicismo popular no es la religión de los pobres, sino de las masas poco cultivadas religiosamente, aunque sean pobres la mayoría. A pesar de ello, sus adeptos, aunque son pobres, encuentren en dicho catolicismo popular un modo propio de vivir su fe y de expresar su solidaridad social. (s.n.p.).
Permitiéndome invitar a Durkheim a dialogar en esta interesante conversación, es provechoso lo que nos cuenta, cuando dice que: “Si la religión ha engendrado todo lo esencial de la sociedad, es porque la idea de sociedad es el alma de la religión» (Durkheim, 1968, p.24.).
Desde mi reflexividad, interpreto que Durkheim me impacta con su síntesis argumental al definir la religiosidad popular. Una conclusión de esa naturaleza aunque aciaga por la consideración emocional y espiritual que subyace, es provechosa porque mantiene la retina puesta en esos inmensos sectores que edificaron una manera de construir su fe, su solidaridad y su creativa manera de religarse.
El sentido devocional presente en la festividad de la Cruz de Mayo en Marín, ha sido capaz de impulsar los resortes emocionales de sus vecinos sin distingos entre sí, para consolidar una tradición religiosa de carácter devocional que les faculte a ellos, conciliar la incidencia delictiva en sus sectores. Esta celebración les permite una integración vecinal que les robustece sus sentidos solidarios y convertirse, esta festividad como un acicate que los bendice desde dimensiones orientadas por la constancia en la fe y creencia en la Santa Cruz de Mayo.
Desde muy niño siempre me atrajo el modo o estilo representativo de los Velorios de Cruz que presencié en mi natal Turiamo, en Maracay y en la Isla de Margarita. Esa percepción me permite conceptualizar esta festividad en un sentido taxonómico, sugiriendo en cada una de sus partes aspectos particulares precisos que van definiendo la procedencia y/o autoría de c/u de los Velorios de Cruz puestos en el lado sur de esa parroquia.
La devoción de la Cruz de Mayo transcurre en una apasionante visión de fe colectiva, que festeja y que tiene como protagonistas a los vecinos y cófrades, reunidos en torno al Árbol de la Vida, en una sucesión de este ritual antiquísimo que proporciona vitalidad y nuevas emociones compartidas, entre los que están presentes en la ceremonia.
Interpreto que los preparativos para el Velorio de Cruz, cómo se va a realizar, así como el adorno del altar, la jornada de recolecta, para las finanzas (aspecto necesario e importante), las invitaciones, la logística, las responsabilidades de cada quien, a qué hora comenzar el Velorio de Cruz, son pasos necesarios dentro de la planificación de la celebración. Sin embargo, la serie de aspectos señalados son incomparables con la sucesión de hechos que se suscitan y se desarrollan durante la jornada del Velorio. Ello es una puesta en escena al natural e identificativa de una demostración de creencia colectiva hacia planos dimensionales, cuyo testigo simbólico es la Cruz, donde los presentes le han rendido su respeto devocional con todo el ritual que la circunda.
Un hallazgo importante por los significados sociales que éste implica lo constituyó la expresión de resistencia que atesoran los originarios de las costas venezolanas , quienes desde su espiritualidad afro descendiente permite visualizar y considerar una afro epistemología que se expresa a través de su labor agrícola, donde converge sus valiosas aportes al trabajo de la agricultura; pero también en la celebración de sus festividades, hechos culturales éstos que nos comunica su espiritualidad resemantizada en la ciudad, pero con vigorizantes relaciones y conexiones bio-psico-sociocultural.
Referencias Consultadas
Bolívar, A. (2001) La investigación biográfico-narrativa en educación. Enfoque y metodología. Madrid. Ed. La Muralla.
Durkheim, E. (1982) Las formas de la vida religiosa. Madrid: AKAL
González Ordosgoitii, E.A. (1992) Calendario de Manifestaciones Culturales
Caraqueñas. Caracas: Anauco Ediciones.
Homobomo, J. I. (1982): Espacio y fiesta en el País Vasco. Lurralde.
Investigación y Espacio. Donostia-S.S.: INGEBA, núm. 5, pp. 91-118.
Marzal, M. (2002). Tierra encantada. Madrid: Trota.
Pérez Perdomo (1991) Regularización de la Vivienda en los Barrios.Tenencia
de la Tierra en los Barrios: Regularización, Caracas, Fundación de la Vivienda
Popular, pp. 9-10.
Religiosidad popular (2015) [Documento en línea] Disponible:
www.ayudapastoral.com [Consulta: 2015, febrero 15]
http://www.fuller.edu/
Ugas F., G. (2005) Epistemología de la educación pedagógica. Táchira,
Venezuela: Lito-Formas.
(*) Dr. Raimundo Mijares
E-mail:raimundomijares@gmail.com
Teléfono cel. 0416-7034918/ 0212-2433237
Formación profesional:
Doctor en Patrimonio Cultural. ULAC.
Magister en Educación, mención Currículum. IPC/ UPEL.
Licenciado en Educación, perfil profesional: Promotor Cultural de Procesos Socio comunitarios y Educativos. UNESR/CEPAP.
TSU en Administración de Empresas. IUTA.
Facilitador de Procesos Socio comunitarios, CESAP.
Actor de teatro, cine y televisión.
Ocupación actual: Docente jubilado por el MPPE. Especialista en Teatro.2002…
Docente contratado de la Universidad Latinoamericana y del Caribe. Patrimonio Cultural.
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