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El secuestro de la abuela Kueka: La procesión del pueblo Pemón de Santa Cruz de Mapaurí

Octavio Sisco Ricciardi


¿Qué pasaría si un día la feligresía caraqueña al visitar la Basílica de Santa Teresa no encuentra en su nicho tradicional al Nazareno de San Pablo? Se trata de una de las imágenes más veneradas desde finales del siglo XVII por los piadosos católicos que participa en las celebraciones de la Semana Santa en Caracas, realizando su estación de penitencia el día de miércoles Santo en una procesión que dura entre tres y cuatro horas. ¿Cuál sería su reacción si se tiene noticia que la talla en madera de pino de Flandes, elaborada en Sevilla que representa a Jesús cargando la cruz, ha sido donada para ser exhibida en un parque en el extranjero? Basta imaginarse, además de la indignación, el desconcierto, la tristeza, el dolor inconmensurable de los devotos frente a un acto tan vil como despreciable.


Esa amalgama de sentimientos encontrados es la misma que viene afectando al pueblo pemón de Santa Cruz de Mapaurí del municipio Gran Sabana en el estado Bolívar desde hace dos décadas, cuando su Abuela Kueka fue donada a un artista alemán para un proyecto particular en el exterior. A finales de 1998, la Abuela Kueka, también conocida como Abuela Sapo, que estaba ubicada en las cercanías de la quebrada Jaspe o Kaku-Parú, Sector Oriental del Parque Nacional Canaima fue sustraída de su lugar primigenio y posteriormente trasladada hasta Berlín, República Federal de Alemania. Se trata de una roca de jaspe con un peso aproximado de 30 toneladas y un volumen de 12 metros cúbicos, de color rojizo guayaba (característico de ese mineral) que simula la forma de una ballena.



Esta piedra tiene un valor hierático para el pueblo pemón, tan sagrado como lo es la talla de madera del Nazareno de San Pablo para los católicos. Se insiste en la significación teogónica que tiene para esa comunidad indígena la piedra, pues de acuerdo a su cosmovisión, posee la capacidad mágica de atraer la pesca y la cacería en la zona, creencia que forma parte de su identidad y memoria, por tanto debido a sus valores intrínsecos, constituye un Bien de Interés Cultural, reconocido formalmente por el Instituto del Patrimonio Cultural en 2006. Luego de veinte años, este Bien aún permanece en el parque metropolitano Tiergarten de Berlín, cercano a la emblemática Puerta de Branderburgo, hito donde estuvo el muro que separó por casi 40 años en dos grandes bloquesal pueblo teutón durante los tiempos de la Guerra Fría; hoy testigo de otra separación: la de la familia pemona y su memoria ancestral.



La roca fue trasladada hasta Berlín por un ciudadano de ese país, Wolfgang Kraker von Shwarzenfeld, con la finalidad de que formase parte de un proyecto personal denominado “Global Stone, Proyecto de la Paz Mundial”[i], el cual busca reunir piedras autóctonas de los cinco continentes para alinearlas de tal forma que los reflejos de los rayos del sol formen una figura geométrica. Asimismo las piedras situadas en Alemania tendrían una “piedra hermana” en su país de origen, que en el caso de Venezuela se encuentra en el Paseo Vargas de Caracas, lado sur de la avenida Bolívar, próximo al Museo de los Niños.


¿Cómo pudo ser trasladada una piedra de notable tamaño y peso frente a las autoridades públicas nacionales y ser recibida en Alemania? La historia se remonta al día 30 de julio de 1998 cuando el presidente encargado del Instituto Nacional de Parques (Inparques), Héctor Hernández Mujica, con la previa aprobación del entonces Ministerio del Ambiente y de los Recursos Naturales (MARN), concretizó, mediante documento, la “donación” de la piedra de jaspe a la Nación alemana, a través de su Encargado de Negocios en Venezuela Hans Peter Plischka. En el mismo acto, se autorizó al autor del proyecto “Global Stone Piedras del Mundo”, Wolfgang K. von Shwarzenfeld para tramitar bajo su responsabilidad el traslado de la roca.


La población del asentamiento indígena pemón de Santa Cruz de Mapaurituvo conocimiento de este incidente a finales de ese año de 1998 cuando von Shwarzenfeld junto con equipos de tracción, extrajeron la roca de su sitio pero cuando era transportada, la comunidad logró detener por algunos días el camión que la trasladaba; sin embargo, los reclamos quedaron frustrados puesto que se presentaron “permisos” para su extracción, movilización y salida del país, a propósito de la formalizada “donación” Es así, que Kueka sale en diciembre de 1998 y llega al parque metropolitano Tiergarten de Berlín en febrero de 1999, donde es intervenida para darle el aspecto pulido que ostenta hoy en día. Desde esa fecha hasta nuestros días no parado la procesión de los devotos de la Abuela Kueka, clamando su retorno.


Este hecho constituye no solo un acto de agravio a la cultura de nuestros aborígenes, sino además, un atentando contra nuestra soberanía, puesto que se ha dispuesto cual mercancía, de un elemento que forma parte del territorio venezolano, ubicado en un parque nacional, como es Canaima. La acumulación de ilegalidades e irregularidades en el caso de la Abuela Kueka es un mal precedente para el patrimonio cultural venezolano. El valor cultural de la piedra Abuela Kueka no solo está constituido por integrar el paisaje del Parque Nacional Canaima declarado monumento natural, sino que forma parte de la tradición oral de diversas comunidades del pueblo pemón que hacen vida allí desde épocas pretéritas. Se trata de testimonios orales y discursivos sobre acontecimientos y conocimientos, significativos para una comunidad en particular, que se trasmiten de generación en generación mediante la narración oral como cuentos, rezos o leyendas entre otros.



Cuenta el mito que Kueka era un joven pemónTaurePam que fue en búsqueda de la joven más bella de la comunidad makuxi, contradiciendo así las normas establecidas por el dios pemónMakunaima, deidad celosa y estricta, estableciendo como norma social que los pemones se debían casar con los pemones y los makuxi con los makuxi. A pesar de la advertencia, los jóvenes se casaron y huyeron, pero tras ellos fue Makunaima, quien los encontró y les sentenció:

Awarokuruu… Amoroaukowamumochokrorotatapicheanapodaro…” (¡Maldito eres, vivirás siempre abrazado a tu esposa!).

Makunaima sopló al viento esta oración y Kueka y su esposa fueron convertidos en piedras, por lo que quedaron condenados a estar juntos eternamente.


La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela de 1999 expresa con meridiana claridad que los bienes que constituyen el patrimonio cultural de la Nación son irrenunciables pero además sentencia, entre cosas que son inalienables, esto es, no sujeto al tráfico comercial (art. 99). En ese mismo sentido se declara la ley especial de la materia, Ley de Protección y Defensa del Patrimonio Cultural (Art. 4). Esto quiere decir que la piedra Abuela Kueka es un bien del dominio público de la República Bolivariana de Venezuela, y como consecuencia de esa condición privativa, no puede pesar sobre la misma disposición alguna (vender, regalar, permutar, hipotecar, gravar, destruir). Significa entonces que cualquiera disposición que se haga de este Bien, no surte efecto alguno en el mundo jurídico, es decir, se presume nulo el acto que acuerda su donación.


El Estado venezolano tiene la obligación de respetar y hacer respetar la cosmovisión de las comunidades indígenas así como sus componentes fundamentales y reguladoras de sus específicas formas de vida, manifestaciones de su cultura, que son irrenunciables del pueblo venezolano pero que a su vez debe ser defendido y protegida. Así lo declaran tanto la Constitución de la República como la Ley de Patrimonio Cultural de los Pueblos y Comunidades Indígenas de 2009.


Es así, que el “secuestro” de la pareja de Kueka, que no es más que un vulgar tráfico ilícito de bienes culturales, ha violentado las creencias de un pueblo que desde sus insondables creencias ha venido atávicamente con devoción respetando las leyes de la naturaleza y sus designios cosmogónicos. La visión eurocentrista bajo la moldura occidental impide comprender que la piedra Abuela Kueka es tan sagrada para las colectividades pemonas como lo es para el pueblo cristiano católico caraqueño la talla de madera del “Nazareno de San Pablo”. La roca esculpida por la naturaleza y la madera tallada por el ser humano son más que expresiones materiales: son conexiones simbólicas que unen lo sagrado con lo mundano.En consecuencia, corresponde indefectiblemente y sin distinciones al Estado venezolano y a la ciudadanía la defensa in toto del Patrimonio Cultural venezolano.

Leyenda imágenes:


 

[i] http://www.globalstone.de/s_index.htm

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