Octavio Sisco Ricciardi
Luzbel, uno de los más gloriosos, elevados y bellos ángeles de la Corte Celestial, deslumbrado y ofuscado por el orgullo, habiéndose atribuido a sí mismo los maravillosos dones con que el Creador lo había dotado, se rebeló contra Dios, no aceptó el supremo dominio del Señor y se autoproclamó así en el "adversario" de su Creador levantando su gran grito de rebelión y de batalla: "No serviré" (Jer. 2, 20). "Seré igual al Altísimo" (Is. 14, 14). Muchos ángeles le siguieron en su orgullo -se dice que hasta un tercio de ellos (Ap. 12, 4)- pero en ese momento otro gran Arcángel, igual en belleza y gracia que el arrogante Lucifer, se postró ante el Trono de Dios y, en un acto de adoración profunda, opuso al grito de batalla de Lucifer uno de amor y lealtad "¿Quién como Dios?" Es Miguel.
Desde la Edad Media abundan innumerables representaciones pictóricas del ángel rebelde. Precisamente a partir de esa Era se le personifica como un macho cabrío, cabeza barbada y con pequeños cuernos, el Baphomet de orígenes aún no precisos. Su expresión en tercera dimensión suele aparecer en innumerables capiteles de los templos románicos y góticos de la Europa cristiana. Cuando el demonio aparece vencido por el arcángel Miguel suele representárselo con la cara que nos recuerda a una cabra, a veces una serpiente cornuda, eso sí, siempre un bicho repugnante.
Con la llegada del iluminismo, el cuestionamiento de dogmas se abre paso, se asumen otros símbolos, por tanto, al ángel caído se le reivindica su conducta rebelde, cuestionadora, acusadora, encarnando así la liberación. Es el momento de representarlo como un ángel hermoso, en ocasiones triunfante, en otras en el justo momento de su condena abisal. Es curioso que en la España ultracatólica en pleno parque del Retiro de la villa de Madrid en la cota 666 se halla “La fuente del Ángel Caído” o “monumento del Ángel Caído” que data de mediados del siglo XIX. Al norte de Italia, en la ciudad de los Saboya, Turín, encontramos el “monumento al Traforo del Frejus” (1879). Más cerca en pleno corazón del Caribe, en los jardines del patio central del Capitolio de La Habana, Cuba, se destaca “El ángel rebelde” del escultor italiano Salvatore Buemi, emplazado desde 1931, con una particularidad única en el mundo: a diferencia de otros ángeles caídos tallados por la mano humana, este posa en una actitud triunfante, casi de desafío. Su puño alzado y sus alas reposadas parecen estar disfrutando con la luz que lo baña.
En la bulliciosa avenida Urdaneta de Caracas, en la esquina de Santa Capilla, se erige la segunda obra eclesial neogótica caraqueña, ideada en 1883, para conmemorar el Centenario del Libertador. Con ello se impone la tendencia de ese estilo arquitectónico iniciado con la reconstrucción de la antigua iglesia colonial de La Trinidad convertida en Panteón Nacional (1866) que llegará incluso hasta el primer tercio del siglo XX. El primigenio templo se construyó en tal solo tres meses, conforme al decreto del Ejecutivo que ordenaba erigir “una Santa Capilla a semejanza de la de París, (…) señalando como área destinada a la edificación que ocupaba el deteriorado templo de San Mauricio”.
San Mauricio era antes San Sebastián, el primer templo en construirse en Caracas antes que la Catedral. La iglesia así como su esquina fue conocida posteriormente como la de San Mauricio. San Mauricio fue la segunda ermita en erigirse (1574-1579) en el solar que actualmente ocupa el edificio del Correo de Carmelitas, en la esquina siguiente en dirección este. Dicho oratorio fue arrasado por un voraz incendio, salvándose únicamente la imagen colonial del Santo mártir, la cual es trasladada a la ermita de San Sebastián. Con la llegada del nuevo inquilino, la edificación es designada con el nombre de ambos santos, pero con el tiempo el patrono guerrero que se trajo Diego de Lozada para ser protegido de las flechas envenenadas de los pobladores originarios del valle pasó a segundo plano, privando entonces la devoción al otro patrono guerrero –no podía ser menos- la de San Mauricio Tebano (conocido igualmente como Morris), mártir cristiano del siglo III, patrono de los armeros, a quien además se le encomendó que salvara a la ciudad de la invasión de langostas. Sin embargo, como ya no existía el peligro de las asechosas flechas envenenadas, en desagravio a San Sebastián, el cabildo caraqueño le nombró abogado de la peste cuando la viruela devastó a la Provincia, epidemia que era intermitente hasta que en 1804 llegaron las vacunas. Actualmente, se pueden apreciar ambas imágenes, la de San Sebastián y San Mauricio en la iglesia de Santa Capilla.
En 1667 se concede a los negros de la cofradía de San Juan Bautista la Iglesia de San Mauricio, con la obligación de conservarle su título. Así, la sociedad de castas también es proyectada en la feligresía: criollos mantuanos, Catedral; españoles de orilla y canarios, Candelaria y los esclavos, San Mauricio. No se tiene aún referencias pictográficas de esta ermita, la cual fue destruida en dos ocasiones por los terremotos de 1641 y 1812, modificada luego hasta su demolición para dar paso a la de Santa Capilla. Solo podemos inferir su fachada en el conocido skyline del cuadro de Juan Pedro López de 1766 de Nuestra Señora de Caracas, fácilmente ubicable al margen inferior izquierdo del mismo.
Santa Capilla, inspirada en la parisina Sainte-Chapelle, la capilla real de la Île de la Cité, fue inaugurada civilmente el 1° de agosto de 1883, oportunidad que Antonio Guzmán Blanco en “acto de desagravio” recibía por parte de S.S. el papa León XIII, las insignias de Gregorio XVI, siendo consagrada en solemne misa el 15 de octubre de ese año. Posteriormente, el templo adoleció de dos ampliaciones: la primera entre 1889-1891; luego una segunda entre 1917-1921, oportunidad aprovechada para reforzar la edificación y la torre central, la cual había sufrido severos daños producto del terremoto madrugador del 29 de octubre de 1900.
El 5 de agosto de 1926 mediante Breve Apostólico S.S. el papa Pio XI honró con el título y privilegio de Basílica Menor al Santuario Nacional Eucarístico de la Santa Capilla, nombre oficial de nuestra Santa Capilla, “levantado en el lugar mismo en que, según la tradición, hace trescientos años, en la oportunidad de fundarse la ciudad de Caracas, se ofreció por primera vez el Santo Sacrificio”. Es de obligatoria admiración “La multiplicación de los panes y peces” ejecutada por el destacado pintor Arturo Michelena en 1897, una de sus últimas obras, donada por el autor al templo.
En la cima del hastial del cuerpo central de Santa Capilla se puede observar una escultura de autor desconocido de grandes dimensiones del arcángel Miguel quien con su lanza somete a Luzbel. Es una imagen del demonio, al menos única en la ciudad. Es probable que haya sido colocado como guardián oteador de Caracas como otrora se hiciera en Roma donde una hermosa escultura barroca que lo representa desde la cima del Castillo de Sant´Angelo, protege a la Ciudad Eterna de la peste que, según cuenta la leyenda, en 590 se le apareció al papa Gregorio Magno en medio de la epidemia que azotaba a la urbe, desenfundando su espada vencedora. Basta recordar que en 1918 fue el año que a Venezuela llegaba la gripe española.
Y es así como San Miguel Arcángel obtuvo su nombre con su grito de fidelidad, y Luzbel se constituyó él mismo en Lucifer, "Satanás", "adversario", el Enemigo, el Diablo. A este se han aplicado las palabras del Profeta Isaías: "¿Cómo caíste desde el Cielo, estrella brillante, hijo de la Aurora? ¿Cómo tú, el vencedor de las naciones, has sido derribado por tierra? En épocas de iniquidad y sobrada soberbia resuena en nuestros oídos dicha sentencia que condena la arrogancia del que se cree poderoso frente a los débiles. Tiempos de pandemia.
Meneses, G. (1972) Libro de Caracas. Caracas: Concejo Municipal del Distrito Federal.
Núnez, E.B. (1988) “La cuidad de los techos rojos” Caracas: Monte Ávila Editores
S.S. Pio XI. Brece Apostólico “Republicae de Venezuela Templum Maximun” citado por el Pbr. Ramón Vinke en “Documentación relativa a la Santa Capilla (1882-1971). Analectas de Historia Eclesiástica Venezolana Caracas, 1993.
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