Lic. Natchaieving Méndez
Recientemente el ministro del Poder Popular para la Cultura, Ernesto Villegas Poljak, anunció a través de su cuenta en una red social la decisión de consignar próximamente ante la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) el expediente denominado Ciclo festivo alrededor de la devoción y culto a San Juan Bautista en Venezuela, con la finalidad de lograr el ingreso de esta manifestación a la lista representativa de Patrimonio Culturales Inmateriales de la Humanidad.
Ante el anuncio diversas reacciones surgieron en el ámbito nacional, casi todas a favor de esta celebración que comienza el 1º de junio con el despertar de San Juan, tiene como fecha de mayor exaltación la noche de 23 para la madrugada del 24 y culmina el 15 de julio con el día de la Virgen del Carmen.
Esta festividad tiene mayor presencia en la región costeña central y en aquellas zonas que durante la época de la Colonia fueron asiento de mano de obra esclavizada que laboraba en haciendas de café, cacao y caña de azúcar; de allí el arraigo de esta devoción en Aragua, Carabobo, Miranda, Vargas y parte de Yaracuy y San Rafael de Orituco.
Como una estrategia para oprimir y generar sumisión, los hacendados europeos impusieron la fe católica a los esclavos indígenas y aquellos de origen africano que trajeron al país, a quienes obligaban a celebrar y practicar sus rituales católicos a cambio de obediencia y, en algunos casos, de dar concesiones para tener “cierta libertad” durante el día de conmemoración.
Tal como lo reseña Hernández y Fuentes (2012) en su trabajo Fiestas tradicionales de Venezuela, agrupados en hermandades religiosas católicas permitidas, los esclavizados encontraron en estas manifestaciones la oportunidad de expresarse a través su música, por lo que la incorporaron progresivamente en estos encuentros en honor a San Juan que, tal como ocurrió con Corpus Christi, San Antonio y muchos otros, comenzaron como una imposición que con el pasar de los años se convirtió en devoción.
La manera de expresar la devoción y culto a San Juan Bautista es diferente en las poblaciones en las que tiene presencia esta manifestación. No obstante, existen elementos que coinciden como la creencia de que en la medianoche del 23 al 24, tanto las plantas como el agua tiene poderes especiales, pensamiento que concuerda con la visión sobre la naturaleza de los pueblos originarios y africanos. De allí que en la mayoría de las localidades se emplean plantas para fines curativos y se baña tanto al santo como a sus devotos en río, pozos o playas, invocando la cualidad de “bautista” que se describe sobre el santo en la Biblia.
Además se mantiene la creencia que este día es propicio para la fertilidad y para los rituales amorosos, por lo que en algunas localidades es frecuente observar la medianoche del 23 costumbres como colocar dos agujas, cada con el nombre de la pareja, en un recipiente para ver si se unen o se mantienen distantes lo cual es un presagio de lo que pudiese ocurrir en los enamorados; a esa hora también se suele echar en un vaso de cristal con agua una ñema de huevo, se tapa, se deja en un sitio donde nadie lo vea y el 24 a las 12 del mediodía se observar la figura que hace, la cual tiene que ver con el futuro de quien hace el ritual. Igualmente hay quienes se cortan el cabello antes de las 12 del mediodía del 24, preferiblemente por una mujer embarazada y primeriza, pues como la poda de árboles o plantas, se cree que si se hace ese día crecerá más abundante y con más belleza.
En la mayoría de las poblaciones en las que se rinde devoción a San Juan Bautista, la imagen es custodiada por una familia que tiene décadas cumpliendo este rol. Generalmente “los dueños de santo”, como se les suele llamar, son los encargados de vestirlo previo, durante y después del 24 de junio. La indumentaria de la imagen es donada generalmente como pago de promesas por los favores recibidos y es elaborada con telas y aplicaciones brillantes y llamativas para exaltar al Santo.
Otra de las características de esta celebración son los cantos de sirenas, coplas similares a un lamento que son interpretadas e improvisadas frente a la imagen. En muchos casos se realiza en serie y como un contrapunteo, es decir, el cantador utiliza la última frase de la sirena anterior para construir la nueva copla. Las letras de estos cantos de sirena pueden expresar tanto las peticiones que se le hace a San Juan como retos a otros cantadores de crear composiciones diferentes y complejas. Lo que distingue a las sirenas de otros cantos es el sentimiento con el que se interpreta, pues justamente será el que le dará potencia a la voz que impactará a los presentes.
El toque de tambores, que no son los mismos en todas las localidades, es el elemento más característico de estas fiestas, así como los bailes de tambor con movimientos de caderas y acercamiento entre la pareja de bailadores que le da un carácter de erótico.
No puede olvidarse el sangueo, que se toca y se baila sobre todo cuando se traslada al Santo desde su casa de resguardo hasta la Iglesia o se lleva en procesión por las calles. Este ritmo generalmente es bailado por mujeres, llamadas mariposas, que ondean banderas de colores para abrir paso al “burro”, nombre con el que se le denomina al cargador de la imagen. Este rol último, en la mayoría de las poblaciones costeñas, es asumido por un hombre pues refieren que San Juan murió por la petición de una mujer (Salomé) por lo que no puede ser cargado por una fémina.
Como todas las celebraciones religiosas, esta manifestación tiene un carácter religioso que incluye una misa en honor al Santo, así como rezos y rosarios en su nombre, y una parte pagana que es la fiesta del pueblo y en la que se comparten bebidas, comidas, bailes y cantos.
Estas son algunas de las costumbres que conforman la manifestación que en los últimos días ha estado en la palestra informativa como un posible nuevo Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Y es que aunque el expediente está en vías de ser estudiado por la Unesco y la declaratoria aun no se ha dado, para la población venezolana la devoción y el culto a San Juan Bautista es una huella irrefutable del proceso de la construcción identitaria del pueblo venezolano.
Estudiar cada uno de los elementos que conforman esta manifestación y conversar con quienes están inmersos en ella es internarse en un campo de historia, creencias y en una cosmovisión del mundo que ha resistido las décadas y los procesos sociales ocurridos en el país. Por lo tanto, una declaratoria por parte de la Unesco si bien es un factor importante solo vendría a reafirmar lo que para las y los venezolanos es una realidad: la celebración en honor a San Juan Bautista fue, es y será un testigo al que reconocemos, valoramos, admiramos y amamos como patrimonio y nos identifica como parte de esta tierra.
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