Octavio Sisco Ricciardi
Detrás que cada rincón de la ciudad hay historias menudas ajenas a la historia oficial de la construcción, inauguración o de las frecuentes reinauguraciones, intervenciones, algunas acertadas, otras patéticas. Pero nos referimos a esa crónica que alimenta al espíritu de los espacios físicos, otorgándoles un sello peculiar, casi excepcional. “Lo esencial es invisible a los ojos” diría el escritor francés Antoine de Saint-Exupéry en su célebre obra “El Principito”. El verdadero valor de las cosas no siempre es evidente pero como hilos que se van tejiendo, forman una entidad propia hasta constituirse en patrimonio cultural. La plaza que sirve de antesala a la entrada Sureste de la Ciudad Universitaria no escapa a ese tejido.
LA PLAZA
La actual plaza Las tres Gracias, proyecto del arquitecto catalán Josep Mimó i Mena, se construye a partir de 1946 formando parte inicial de la trama urbana de Los Chaguaramos, luego urbanización Valle Abajo. Se le conoció originalmente como plaza Bellas Artes y habiéndose previsto el lugar para la colocación de una escultura alusiva a su nombre, se adquiere el grupo escultórico de Las tres Gracias, diseñando la plaza con espejo de agua sinuoso como las curvas de las deidades en consonancia con la obra y colocándola en el sitio que hoy ocupa, pasando a llamarse desde entonces plaza Las tres Gracias.
La ejecución de la obra coincide con la construcción del eje cívico militar denominado Sistema urbano La Nacionalidad culminada en 1957, que une los dos grandes centros educativos: la Universidad Central de Venezuela y la Academia Militar de Venezuela, que parte de la avenida Los Próceres y el paseo Los Ilustres, pasando por la plaza Los Símbolos hasta enlazar con la plaza Las tres Gracias, que sirve de vestíbulo a la Ciudad Universitaria por la puerta que lleva el mismo nombre.
Hasta el presente se mantiene allí la plaza con la escultura, definiendo y caracterizando la fisonomía del lugar, como patrimonio de la ciudad, punto de referencia para varias generaciones de transeúntes, vecinos y estudiantes universitarios.
LA ESCULTURA
Las tres Gracias realizada en mármol blanco de Carrara, la más fina piedra del mundo, fue ejecutada en Florencia (c.1926) por el escultor italiano Pietro Ceccarelli, autor de numerosas esculturas en el Cementerio General del Sur, el Panteón de la familia Gómez en Maracay, el monumento al general Rafael Urdaneta en el Panteón Nacional. La tríada de las jóvenes féminas, que encarna los máximos ideales estéticos del Neoclásico, es una magnífica copia de la original, creación del afamado escultor Antonio Canova (Possagno 1757 - Venecia 1822), quien la hiciera por orden de la emperatriz Josefina Beauhernais en 1812 para exaltar las virtudes de su esposo Napoleón I, emperador de los franceses (1804-1815). En la base de la escultura se lee la siguiente inscripción: “Riproduzione dall´originale eseguita dal Prof. Pietro Ceccarelli. Firenze” (Reproducción de la original ejecutada por el profesor Pietro Ceccarelli, Florencia). Existen dos versiones elaboradas por el propio Canova que solo difieren en el pedestal posterior a una de las diosas, la que está en L´Hermitage de San Petesburgo (Rusia) es cuadrada mientras la de la Galería Nacional de Edimburgo (Reino Unido) es circular.
La mitología griega las recuerda como deidades de la belleza y, tal vez en su origen potencia de la vegetación; sus nombres son: Talía (lozanía), Eufrosina (alegría) y Aglaia (resplandeciente), las cuales, convertidas al cristianismo por la Iglesia Católica, pasaron a simbolizar la fe, la esperanza y la caridad.
La pieza llega a Caracas en 1927 y es exhibida en 1929. Luego de la exposición, la escultura pasa a presidir el salón de ingreso de la casa La Quebrada en la ciudad de La Victoria (Aragua), propiedad de Gonzalo Gómez, hijo menor del general Juan Vicente Gómez, Presidente de Venezuela (1908-1935). En el año de 1946 la obra fue vendida a la urbanizadora J.A. Madriz Guerrero & Cia. para ser colocada en la plaza, cuyo sinuoso espejo de agua se proyecta en función de la escultura. A partir de entonces, identifica este espacio urbano permitiendo ser visualizada desde todos sus ángulos, tal como lo hubiera exigido el propio Canova con su obra.
Datos curiosos de la plaza
Los muertos
Los cipreses originales que se plantaron detrás de la pérgola fueron trasplantados desde el antiguo cementerio de Los Hijos de Dios, poco antes de su demolición para dar paso a la urbanización Diego de Losada, ubicada al Norte de la avenida Baralt. El Cementerio estaba en la vistosísima planicie que orilla la quebrada a las faldas del Guaraira Repano (Ávila), inaugurado el 2 de noviembre de 1855 y cerrado apenas en 1876 cuando abrió el Cementerio General del Sur. El transporte se hizo de noche y el chofer se negaba a trasladarlos porque decía que los cipreses venían cargados de muertos y que saldrían después en la plaza. Aún nadie ha reportado haberlos visto. Los últimos cipreses lamentablemente fueron talados por la C.A. Metro de Caracas. Los primeros sauces llorones (algunos de ellos aún se encuentran en la plaza) que bordeaban el estanque los importaron desde Argentina. Como el contrato estipulaba que debían entregarlos a dos metros de altura, uno de los arquitectos estiró las ramas que caían hacia arriba, para demostrar que tenía la medida.
Muchos nombres
Originalmente se denominó Bellas Artes, luego fue denominada Los Chaguaramos, por el nombre de la urbanización. A finales de los cincuenta comenzó a designársele como Las tres Gracias. Tuvo otros nombres como Las Cariñosas, el de La Facultad, al instalarse cerca allí una fuente de soda que se puso de moda en los años sesenta. Durante la construcción del sistema vial El Pulpo, y debido a lo dificultoso que se puso el tránsito, los vecinos con esa chispa propia del caraqueño, le dieron el nombre de Salsipuedes.
La plaza integrada al Sistema La Nacionalidad es un Bien de Interés Cultural del país por haberlo así reconocido el Instituto del Patrimonio Cultural en declaratoria desde 1999.