Una vez más la plaza de Las tres Gracias en la urbanización Valle Abajo (aunque es conocida también como Las tres Gracias de Los Chaguaramos) en la parroquia San Pedro de Caracas ha sido víctima de otra agresión: una tala inmisericorde de casi una docena de sauces llorones, en plena nocturnidad del día jueves 16 de julio. Se desconoce aún si la mano ecocida provino de una institución o un particular.
La actual plaza Las tres Gracias, proyecto del arquitecto catalán Josep Mimó i Mena, se construye a partir de 1946 formando parte inicial de la trama urbana de Los Chaguaramos, luego urbanización Valle Abajo. Se le conoció originalmente como plaza Bellas Artes y habiéndose previsto el lugar para la colocación de una escultura alusiva a su nombre, se adquiere el grupo escultórico de Las tres Gracias, réplica del afamado escultor Canova elaborado por Pietro Ceccarelli en 1927 que había pertenecido a un hijo de Juan Vicente Gómez. Mimó diseñó la plaza con un espejo de agua sinuoso como las curvas de las deidades en consonancia con la obra, instalándose la escultura en el sitio que hoy ocupa, pasando a llamarse desde entonces plaza Las tres Gracias. La mitología griega las recuerda como deidades de la belleza y, tal vez en su origen potencia de la vegetación; sus nombres son: Talía (lozanía), Eufrosina (alegría) y Aglaia (resplandeciente), las cuales, convertidas al cristianismo por la Iglesia Católica, pasaron a simbolizar la fe, la esperanza y la caridad.
La ejecución de la obra coincide con la construcción del eje cívico militar denominado Sistema urbano La Nacionalidad culminada en 1957, que une los dos grandes centros educativos: la Universidad Central de Venezuela y la Academia Militar de Venezuela, que parte de la avenida Los Próceres y el paseo Los Ilustres, pasando por la plaza Los Símbolos hasta enlazar con la plaza Las tres Gracias, que sirve de vestíbulo a la Ciudad Universitaria por la puerta que lleva el mismo nombre. La plaza integrada al Sistema La Nacionalidad es un Bien de Interés Cultural del país por haberlo así reconocido el Instituto del Patrimonio Cultural mediante declaratoria publicada en la Gaceta Oficial n.º 5.299 Extraordinario de 29 de enero de 1999.
No ha sido la primera embestida. Basta recordar que desde mediados de los 80 hasta inicios de los 90, los alrededores de la entrada este de la Universidad Central de Venezuela eran focos de manifestaciones estudiantiles, en ocasiones violentas, entre los denominados “encapuchados” y la entonces Policía Metropolitana. Con el diagnóstico de los daños sufridos de la escultura se había revelado cual placa radiográfica que el crimen venía desde los dorsos de las diosas: los policías haciendo uso de pistolas y perdigones las usaban de perfidia trinchera ante las piedras de los manifestantes que venían en la dirección opuesta.
Después vino con su fuerza arrolladora el Metro de Caracas con la Línea 3 a talar los cipreses que estaban detrás de la pérgola de la plaza, últimos testigos verdes que custodiaban el antiguo Cementerio de Los Hijos de Dios demolido a mediados de los 50, los cuales fueron trasplantados para el momento de la inauguración en la plaza.
Hasta el presente se mantiene allí la plaza con la escultura, definiendo y caracterizando la fisonomía del lugar, como patrimonio de la ciudad, punto de referencia para varias generaciones de transeúntes, vecinos y estudiantes universitarios.
Los primeros sauces llorones, la salix babylonica, oriundo del continente asiático, (la mayoría de ellos se encontraban aún en la plaza) que bordeaban el estanque fueron traídos desde Argentina y sembrados en 1947. Apenas pudieron llegar a la tercera edad. Estos árboles formaban parte integral de la plaza, su tala no solo implicó la muerte, sino también lesionó al bien cultural.
La Red Patrimonio.VE y el Observatorio de Patrimonio Cultural, organización multipropósito, de apoyo a la gestión del Estado Venezolano, que pretende marcar el camino para los espacios de diálogo, de encuentro, de visibilización del patrimonio cultural oculto y de las acciones de gestión en esta materia, hacen un llamado de alerta tanto a las autoridades nacionales, distrital y municipales como a la propia comunidad ante el incesante e insensato ataque contra las manifestaciones culturales formadoras de nuestra identidad, que requieren ser protegidas. Un país sin patrimonio cultural, es un país sin identidad.
Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada
hombre es un pedazo de continente, una parte
de la tierra; si el mar se lleva una porción de
tierra, toda Europa queda disminuida, como si
fuera un promontorio, o la casa de uno de tus
amigos, o la tuya propia. La muerte de
cualquier hombre me disminuye porque estoy
ligado a la humanidad; por consiguiente nunca
hagas preguntar por quién doblan las
campanas: doblan por ti”.
Del poema metafísico Meditación XVII de Devotions Upon Emergent Occasions (Devociones bajo ocasiones urgentes), John Donne 1624
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