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¿Con quién viene? ¡Con el Santísimo Sacramento!

Lic. Narchaieving Méndez (*)



Una de las manifestaciones culturales más emblemáticas del solsticio de verano, sin restar importancia y belleza al resto que se realizan durante esta época es, sin duda, los Diablos Danzantes de Corpus Christi.


Una expresión del pueblo, que si bien llegó a tierras venezolanas tras un proceso de dominación a través de la religión, está arraigada en lo más profundo de las costumbres, creencias y esencia de diversas poblaciones del país, en especial de: Cata, Cuyagua, Ocumare de la Costa, Turiamo, Chuao de Aragua; Patanemo y San Millán de Carabobo; Naiguatá de Vargas; Yare de Miranda; San Rafael de Orituco de Guárico y Tinaquillo de Cojedes.


Muchas lunas, soles y aguas han repetido su ciclo desde el año 1265, cuando Santa Juliana de Mont Cornillon asemejó la imagen de un eclipse lunar con la hostia consagrada y solicitó a las autoridades de Roma hacer una misa en honor a la Transubstanciación de Cristo en el pan y el vino, hasta nuestros días cuando más de 5 mil personas son devotas al Santísimo Sacramento del altar. No obstante, pese a la distancia temporal, la esencia de esta manifestación cultural sigue siendo la misma: la fe.


Organizados en cofradías, sociedades o hermandades, la manifestación Diablos Danzantes de Corpus Christi de Venezuela no solo ha logrado mantenerse durante más de 400 años, sino además ha transmitido por generaciones una forma de organización basada en los valores más puros de la sociedad como la solidaridad, pertenencia, diversidad cultural y cumplimiento de la palabra empeñada, que hace visible a escala nacional e internacional un sistema de colaboración y apoyo que sirve de ejemplo de una buena convivencia y dinamismo social, partiendo de su cultura originaria.


Los Diablos Danzantes no son solo quienes visten de trajes vistosos y coloridos y bailan al ritmo de la tambora, la caja o el cuatro, es una expresión que involucra a toda una población que desde diferentes roles se aboca completa al cumplimiento de una promesa, una expresión cultural que los hace uno y que llevan consigo desde que están en el vientre materno.


Por ello, las nuevas generaciones que nacen y crecen con el recorrido de los Diablos cada noveno jueves después de la Semana Santa, espera con ansias esta fecha y, aún más, pertenecer a una tradición ancestral que los devuelve aún más a su tierra y ser parte de una referencia mundial que identifica al pueblo venezolano.


Es necesario resaltar que esta devoción no debe confundirse con actos de creencias religiosas con presencia de reciente data en territorio venezolano, pues es una manifestación que va mucho más allá que eso pues es historia y testigo del proceso de transformación cultural del país. Es la muestra de lo expresado en el prólogo de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela que define a la sociedad venezolana como “multiétnica y pluricultural”; una huella viva de la interacción de las culturas indoamericana, europea y africana.


Este 20 de junio de 2019 se escuchará una vez más el: “Capirote abajo, que llegó el Santísimo” y con él un año más del tesoro patrimonial venezolano, su gente y sus costumbres.


Once cofres de historia y resistencia


Cata (Aragua): En Corpus y un mes después

La indumentaria va de acuerdo a la creatividad del danzante, puede ser floreada o estampada, pero siempre deben tener medias, alpargatas, capa y un pañuelo blanco en la mano izquierda que cubre un escapulario. Las máscaras tienen cachos pequeños y pueden estar elaboradas en cuero, papel maché o malla de alambre. En la jerarquía está el Capataz Mayor, luego viene el Primer y Segundo Capataz, así como un Primer y Segundo Perrero. El jueves de Corpus Christi la diablada está preparada desde primera hora del día. Cerca de las 8:00 am más de cien diablos recorren las calles del pueblo, a la cabeza el Perrero cuenta a los cofrades y “echa cueros” para abrir el espacio. Los dos capataces forman dos columnas con el resto de la cofradía para partir hacia la iglesia, nunca entran al templo. En pareja, cada diablo se rinde ante el Santísimo Sacramento y también ante las tres cruces de El Calvario. Un mes después los diablos vuelven a las calles a recorrer los cinco altares.

En esta cofradía la mujer solo participa en la elaboración de los trajes y de la logística.



Chuao(Aragua): Ave María diablo que ya suena la caja

En esta cofradía solo pueden ser promeseros los nacidos en el pueblo o que tengan hasta el tercer grado de consanguineidad con un chuaense. La indumentaria se distingue porque no usa capa y se compone de dos piezas con mangas y bordes con faralaos. Utilizan alpargatas y medias de colores. Los danzantes que tienen mayor tiempo usan pantalones más largos. Sus máscaras son de forma oval, pintada de blanco, rojo y negro, con ojos protuberantes y exageradas nariz y sonrisa; tienen dos cachos rectos con cintas de colores; la del capataz incluye la chiva. El miércoles antes de Corpus es la Caída de los diablos: los cofrades se acuestan en el patio de secado de cacao para pagar penitencia. Este día y el jueves, un capataz y tres capitanes salen en tres legiones de promeseros, al repique del cajón. El último grupo va con la Sayona, un hombre vestido con enaguas y falda en la que lleva amarrados a los nuevos integrantes. El viernes vuelven a danzar pero con máscaras confeccionadas a la creatividad de los danzantes.

Las mujeres tienen el rol de preparar espiritualmente a los cofrades, así como los escapularios y ayudar en la confección de la indumentaria y la comida.



Cuyagua (Aragua): El perrero es la voz cantante

Cada año los danzantes deciden cómo vestirse sin variar el uso de telas estampadas, colores vivos, capa, medias y alpargatas. La máscara es hecha con una malla metálica o cartón, a la que se le da forma de pájaro, cotorra o cochino y le agregan cachos con cintas. La jerarquía es: Primer y Segundo Perrero y Capataz y diablos. El día de Corpus, muy temprano, el Perrero Mayor busca a cada integrante de la cofradía para llevar flores y velas al Altar Mayor y hacer sus peticiones y oraciones. Luego se dirigen al río a santiguarse y después a la casa de Nicasio Fajardo en donde se colocan su traje y se le impone un pañuelo blanco en la muñeca derecha para cruzarlo, al igual que en Cata. Al repique de las campanas, el Perrero con su látigo abre el espacio para que pasen los cofrades, quienes van danzando hasta frente al templo para rendirse en la entrada de la Iglesia Inmaculada Concepción. Hacen coreografías como el caracol, la cruzada y la limosna. Después de la misa van en procesión con el Santísimo recorriendo los siete altares en el pueblo, comen y luego visitan cada casa. Llegan a hasta el sector Bejuma arriba y abajo, danzan hasta el anochecer.

El rol de la mujer es colaborar en la confección de los trajes y en preparar del sancocho.


Ocumare de la Costa (Aragua): De sayoncitos a capataces la devoción crece

Franela y medias blancas, pantalón largo con borlas, capa acampanada y alpargatas componen la indumentaria. La máscara hecha alambre y papel tiene forma de animal y al borde le colocan una tela transparente. La jerarquía se conoce por el rejo o mandador, utensilio de cuero que llevan en la mano izquierda para "poner orden". El jueves de Corpus Christi, más de 200 danzantes se santiguan en el río en la mañana. Seguidamente, siempre repitiendo oraciones, se colocan su traje y esperan a que alguno de los tres capataces o de los tres perreros les imponga un pañuelo blanco en su mano izquierda para cruzarlo. Danzando se dirigen a la iglesia a esperar la procesión del Santísimo Sacramento para recorrer los nueve altares. Una vez culminada la marcha, cada diablo se arrodilla junto al perrero en la puerta de la iglesia para rendirse ante Dios. La cofradía vuelve a salir tres días después, en la octavita y luego hasta el próximo año.

Las mujeres ayudan en la elaboración de los trajes, la comida, los altares, la hidratación y cuidan a los niños.



Turiamo (Aragua): Los diablos que nunca pudieron ser desterrados

Luego de ser desterrados de la población de Turiamo en 1957, esta población siguió sus costumbres en los sectores La Coromoto, El Refugio y 23 de Enero de Maracay. Cada miércoles víspera de Corpus Christi, montan el altar al Santísimo Sacramento con cuadros de santos y ángeles. A primera hora del jueves, los danzantes se visten con camisas y pantalones a media pierna hechos con telas multicolores; incluyen campanas y cascabeles en su cintura, una doble capa, medias de colores y cubren sus rostros con una tela transparente que tiene al borde una máscara en forma de animal, hecha con alambre y papel, con dos cachos en los que van cintas de colores. Luego de santiguar a cada danzante, el primero de los tres capataces forma a la cofradía en dos filas para ir a la iglesia, escuchar la misa y hacer las honras de dos en dos al Santísimo Sacramento, en la entrada del templo. Una vez culminado este ritual, se dirigen en danza hacia la casa de uno de los diablos más antiguos para almorzar y luego continuar su rumbo el barrio 23 de Enero.

Las mujeres se encargan de la hidratación y de preparar el almuerzo.



Naiguatá (Vargas): Del mar salen sus máscaras y vestimenta multicolor

A primera hora de Corpus Christi, los danzantes suben al Cerro Colorado a esperar el repique de las campanas de la iglesia San Francisco de Asis. Al bajar danzando al ritmo de la caja, los cofrades se reúnen en la plaza Bolívar de Naiguatá, donde los diablos viejos hacen una rueda para dar la bienvenida a los nuevos promeseros que están hincados en el centro. Luego, a unos 40 o 50 metros de la iglesia, avanzan de rodillas hacia el templo repitiendo oraciones y súplicas. Cuando los promeseros llegan a la entrada del templo las puertas se cierran, así comienza el recorrido las calles para rendir ante siete altares y visitar la casa de los diablos fallecidos. La jerarquía es Diablo Mayor, Cajero Mayor y los promeseros. Todos visten camisas y pantalones largos en los que pintan figuras geométricas de diferentes colores. Llevan alpargatas, medias y tienen un cinturón de campanas y cascabeles, así como pequeños escapularios en la ropa. Las máscaras en forma de animal, preferiblemente marino, son elaboradas de papel engomado.

Las mujeres pueden danzar y también ayudar en la colocación de altares, confección de trajes y en la comida.



Yare (Miranda): Los más conocidos

Está conformada por: 3 Capataces, 5 Arreadores, Primer Cajero, Segundo Cajero, Auxiliares, una capataz mujer, un asistente al 1° Capataz, un asistente al 2° Capataz, porta-estandarte y promeseros. Su atuendo es completamente rojo y se colocan cruces de palma bendita, escapularios y llevan una maraca en forma de máscaras de diablo. La jerarquía se distingue por el número de cachos que tiene la máscara, confeccionada en papel maché en forma de demonio. La celebración comienza el martes con velorios en los que se rezan rosarios, se declaman y cantan décimas y fulias. El jueves toda la cofradía realiza un baile ceremonial en los que deben tener las máscaras hacia abajo hasta caer de rodillas, orando en las puertas de la Iglesia de San Francisco de Yare, lugar donde el sacerdote los bendice y da el permiso para dar inicio del ritual. Los cofrades bailan ante 41 altares ubicados en los alrededores del Casco Central.

La mujer puede oír la misa, acompañar a la diablada tocando maracas. No puede danzar en la calle, para pagar su promesa pide una máscara prestada y lo hace en una casa, frente al altar. Viste falda roja, blusa blanca y pañuelo rojo en la cabeza.


San Millán (Carabobo): Juegos y danzas devocionales

Para ser parte de la cofradía, el danzante debe: tener más de 10 años, estar bautizado y bailar continuamente durante siete años. El miércoles siguiente a la liturgia de la Santísima Trinidad los diablos entran en procesión al templo y, aunque se quitan la máscara del rostro, cubierto por un velo liviano, los cofrades escuchan la misa formados en cruz. El jueves de Corpus Christi, los diablos repiten el ritual en la iglesia y una vez terminada la liturgia inician el recorrido por la comunidad, danzando al ritmo del cuatro haciendo el caracol, el juego en círculo o la limosna, coreografía última en la que se burlan del dinero. El vestuario de esta cofradía se caracteriza por los múltiples colores. Tres capataces son parte de la organización de esta diablada, que cuando excede de 25 danzantes nombra la figura del perrero que tiene como fin organizar a los promeseros mientras recorren el pueblo.

A las mujeres las llaman Sayonas y son acompañantes del ritual, preparan chocolate, están pendientes de la hidratación y de lo que requieran los danzantes.


Patanemo (Carabobo): En sus rostros peces, perros, cochinos, pericos y dragones

El miércoles a las 12:00 del mediodía, el Segundo Capataz se dirige junto a tres danzantes hasta las puertas de la iglesia, y dando tres brincos en forma de cruz abren los caminos para la protección de los promeseros. Este día en la noche hacen un velorio. El jueves, los cofrades van al río para su depuración y a las 8:00 am, al Perrero lleva al grupo desde el Altar Mayor en Los Caneyes hasta la iglesia en el casco central. La diablada danza acompañando el baile ritual con distintas formas coreográficas. Utilizan el cuatro con las cuerdas volteadas. El traje consta de una camisa manga larga y pantalón estampados, capa (que no debe ser verde, morada ni negra), alpargata o abuelita, medias de colores y cencerros. En mano llevan maraca y maneador que marca en el cuero, con nudos, los años de promesa pagados. La máscara recrea animales como peces, perros, cochinos, pericos y dragones. La jerarquía de la hermandad está conformada por el Primer y Segundo Capataz, Tercer Capataz o Perrero, Capataz de Danza, Guitarrero y una ayudante también vitalicia, la Sayona, que no lleva traje de diablo.

Las mujeres se visten con batas de colores, no usan máscaras, a veces bailan y se encargan de la logística.


Tinaquillo (Cojedes): La mujer puede ser danzante

La jerarquía es Primer y Segundo Capataz y el Diablo Suelto. El vestuario es rojo y negro y se complementa con camisa de flequillos y pantalones de satén. Las máscaras son elaboradas con tela metalizada y tiene rasgos humanos exagerados. El miércoles, víspera de Corpus Christi, se alza un Altar Mayor y hacen una ceremonia parecida a un velorio. El jueves el ritual inicia a las 6:00 am con el encendido de una vela para pedir permiso para danzar y cerca de las 10:00 am, en la Iglesia Nuestra Señora del Socorro, se hace una misa en la que participa la diablada completa, vestida y en acción de rendición. Frente a la iglesia, los danzantes formar una cruz que avanza hasta la imagen del Santísimo Sacramento y una vez ahí se dejan caer en parejas. Se dirigen la plaza Bolívar a entregarle una ofrenda floral a la estatua de Simón Bolívar y después se recorren las calles. Los siete domingos siguientes los diablos vuelven a salir en procesión junto con la iglesia para el pago de promesa.

La mujer participa vestida de diabla sin jerarquías que las distingan del género masculino. También ayuda en la confección de los trajes.



San Rafael de Orituco (Guárico): Las promeseras deben tener un vestido floreado

A las 8:00 am del jueves de Corpus Christi comienza la celebración. Los diablos llegan hasta la Iglesia de San Rafael de Orituco y escuchan la misa desde afuera. Cuando el Padre culmina el acto litúrgico, sale en procesión el Santísimo Sacramento y los diablos lo acompañan sin darle la espalda. Al devolverse al templo, el cura riega agua bendita sobre los promeseros y dice una oración. Seguidamente, los cofrades hacen el recorrido por las casas, en las que les dan ofrendas. Esta cofradía usa trajes rojos y negros, con capas que los cubren desde los hombros hasta las rodillas. Las máscaras son gigantescas con trompas alargadas, de colores llamativos y apariencia maligna.

En esta hermandad se permite la participación de las mujeres. Mientras suena la música, con su baile este personaje coquetea con otros diablos para sonsacarlos. Aunque pueden bailar más de una, no debe superar el número de danzantes masculinos; tampoco puede comandar la Cofradía. Las promeseras deben tener un vestido floreado de mangas largas y su máscara debe ser redonda. Para que no exceda los límites en el baile, es reprendida por el Diablo Mayor, que con su látigo golpea el piso en señal de advertencia.



(*) ESTA INFORMACIÓN ES PARTE DE UN TRABAJO DE INVESTIGACIÓN PUBLICADO POR LA AUTORA EN EL DIARIO CIUDAD MCY, EN ARAGUA.

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