Octavio Sisco Ricciardi
Sobre los mismos pilares donde hoy se alza el Panteón Nacional existió una edificación que da inicio a toda una historia de ese sector particular de Caracas. En la sabana del otro lado de la quebrada Catuche que se extendía hasta la calle atrás de la sacristía de La Pastora, hacia la primera mitad del siglo XVIII un vecino de la parroquia caraqueña de Altagracia, construyó una ermita bajo la advocación de la “Santísima Trinidad”. Es el alarife Juan Domingo del Sacramento Infante, pardo libre, acaso el primer promotor privado con que contó la ciudad porque además de la capilla, levantó con recursos propios y donativos de otros vecinos, el barrio de la Santísima Trinidad de modestas casas y el puente de la Trinidad que permitía a los habitantes de aquella bucólica urbe acceder directamente a la iglesia en tramo recto desde la Catedral y pasar sobre el Catuche en vez de bordear sus pendientes, bajando y subiendo. Cuentan las crónicas que para la construcción de la ermita adquirió los primeros materiales con la venta de cuatro casas tiendas de su propiedad como lo testimonia el propio testamento de Infante, incluso trabajó como albañil durante treinta y seis años.
Juan Domingo, hoy sepultado en el Panteón Nacional, vivía en compañía de su madre Leocadia de Ponte en una de las laderas de Catuche, cerca del puente que él mismo había ayudado a construir. Infante amaba a los árboles porque estos daban sombra a su vivienda. Plantó junto a ella siete estacas del samán de Güere, obsequio de Hipólito Blanco quien le trajo las estacas en 1753, según nos cuenta Arístides Rojas en sus “Leyendas Históricas de Venezuela (1890) referido por el cronista Enrique Bernardo Núñez.
El samán (Samanea saman) también se le conoce como árbol de la lluvia, campano, cenízaro, cenícero, couji de Caracas, es una especie botánica de árbol de hasta 20 metros, con un dosel alto y ancho, de grandes y simétricas coronas. Tiene forma de un paraguas muy extenso, y es proverbial la extraordinaria extensión de las superficies que cubre ya que su copa llega a medir hasta 50 metros o más de diámetro.
De estos samanes, apenas sobrevive el Samán de Catuche o de la Trinidad, llamado también Árbol del Buen Pastor. Es el Samán del barranco del río Catuche, al este del puente de la Trinidad en Caracas: hijo del Samán de Güere y al cual Andrés Bello dedicó su poema “A un samán”.
Sirve de conector vegetal entre los edificios de la Biblioteca Nacional, las casas coloniales donde está la Fundación Boulton y el Panteón Nacional. Ese árbol sigue erguido con su carga bicentenaria, testigo mudo de los cambios sufridos en la ciudad.