Octavio Sisco Ricciardi
Toda creación tiene sus orígenes en las tradiciones culturales pero se desarrolla plenamente en contacto con otras. Esta es la razón por la cual el patrimonio, en todas sus formas, debe ser preservado, valorizado y transmitido a las generaciones futuras como testimonio de la experiencia y de las aspiraciones humanas, a fin de nutrir la creatividad en toda su diversidad e instaurar un verdadero diálogo entre las culturas. Así lo declara el artículo 7 de la Declaración Universal sobre la Diversidad Cultural, adoptada en la 31° reunión de la Unesco, en París, el 21 de noviembre de 2001. La riqueza cultural del mundo reside en su diversidad dialogante. El patrimonio cultural, fuente de la creatividad.
Es así que las naciones en gestos de buena voluntad para expresar agradecimientos y afectos con hermanos países, donan obras de arte, objetos históricos y elementos arquitectónicos. En ocasiones, son las comunidades inmigrantes acogidas en el país receptor quienes hacen esas ofrendas que también suelen acompañarlos sus gobiernos. Esos obsequios representan sus diversas culturas, épocas históricas y valores simbólicos.
Ubicada al margen derecho de la autopista Francisco Fajardo dirección este-oeste, a la altura del Jardín Botánico de Caracas, es probable que para muchos caraqueños y visitantes pase desapercibida una hermosa réplica que resume 2.700 años de antigüedad venida desde Persépolis, la ciudad que se convirtió en la Capital del Imperio Persa. Persépolis es la denominación que los helénicos le asignaron, que en su traducción literal significa: "La Ciudad de Persia".
La construcción de este masivo complejo palaciego fue emprendida por el rey Darío I el Grande en el año 512 antes de nuestra era, ampliado posteriormente por su hijo Jerjes I y su nieto Artajerjes I. El palacio está emplazado en una plataforma de roca natural, de unos 300 x 500 metros, adosada a una ladera del Küh-é Rahmat (Monte de la Misericordia), que se localiza a unos 50 km al nordeste de la ciudad de Shiraz, provincia de Fars (centro de los imperios aqueménide y sasánida), al sudoeste de Irán. En el 329 las tropas de Alejandro Magno la arrasaron e incendiaron, pero fue tiempo suficiente para crear una de las ciudades más deslumbrantes de la Antigüedad.
Llaman notablemente la atención las inmensas columnas, de 21 metros de alto y coronadas con capiteles complejos con forma de toros, trece de ellas aún en pie, de la Gran Sala de Audiencias de Darío I, conocida como Apadana, nombre tomado de una sala similar construida por Darío en Susa. Esta gran sala cuadrada cubierta de columnas o hipóstila, que debía medir 75 metros de lado, y que sostenía un techo de madera de cedro con una superficie de 3.600 m2, proporciones que sobrepasaban las de todos los palacios construidos hasta entonces, fue acabada por su hijo Jerjes. Podía albergar a diez mil personas. Una inscripción en el muro de contención meridional recoge la famosa sentencia que pronunció Darío ante su gente: "Dios proteja a este país del enemigo, el hambre y la falsedad".
La columna tauriforme que encontramos en Caracas, es una reproducción de las que se hallan en la Apadana. Tienen el fuste estriado o liso y un capitel de 5 metros, dividido en tres cuerpos: hojas, dobles volutas y, al final, dos toros tumbados mirando en direcciones opuestas.
La presencia del toro en la mitología persa proviene de dos nociones antagónicas: Ormuz, el principio del bien y de la luz, y por Ariman, el principio del mal y de las tinieblas. Un antiguo mito iranio reseña:
“Que Ormuz, después de crear la luz, creó un toro primordial, en cuyo cuerpo se encontraban todos los gérmenes de la vida orgánica. Pero Ariman con sus demonios invadió la esfera de Ormuz. No solamente logró introducirse en la llama del fuego, que a partir de entonces produjo como impureza el humo, sino que atacó al toro primordial. De las astas del toro primordial salieron los arboles; de su rabo, los granos; de su nariz, las legumbres y de su sangre las uvas.”
Expertos afirman que los toros parecen reflejar el simbolismo alrededor de Noruz, el Año Nuevo Persa en el equinoccio de primavera. Este era el día en que las naciones tributarias presentaban su tributo anual al rey, como se muestra en los relieves de las escaleras en Persépolis, y se ha sugerido que Persépolis se construyó específicamente para las celebraciones de Noruz; hoy día miles de iraníes acuden a la meseta palaciega para conmemorar en familia la llegada del nuevo ciclo solar.
Por sus valores excepcionales, Persépolis fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1979.
El 21 de julio de 2011 en acto protocolar fue develada una réplica de la columna de la Apadana, obsequiada por la República Islámica de Irán a la ciudad de Caracas, incorporándose así al elenco de ricos testimonios culturales que de otras latitudes contribuyen a la diversidad dialogante en la urbe caraqueña.