Octavio Sisco Ricciardi

Los arcos son esas puertas que significan umbrales, tránsito. Cirlot nos dice que las puertas parecen ligadas a la idea de casa, patria, mundo. En la antigua Escandinavia los exiliados se llevaban las puertas de su casa; en algún caso las lanzaban al mar y abordaban en el lugar donde las puertas encallaban; así se fundó Reikiavik, la capital de la fría Islandia en 874. Pero también hay puertas naturales, producto de accidentes geográficos.
La garganta natural que separa la costa caribeña del valle de Caracas hacia el oeste desde los tiempos fundacionales de la ciudad es conocida como Puerta Caracas, donde desemboca el Camino de los Españoles, ese sendero del titán montañoso del Guarairarepano que los caraqueños llamanos cariñosamente El Ávila, que va desde la capital hasta La Guaira. El umbral entre el agua y la tierra. Por ese portal todos los diciembres llegaba el legendario floricultor galipanero que vivía en El Ávila. Llegaba Pacheco a la plaza Bolívar de Caracas y con él el frío típico de esa época. De ahí que cuando llegaba la gélida temperatura a la cuidad, se anunciaba ¡Llegó Pacheco!, aunque ahora ese meteorólogo es muy impreciso cada año gracias a los caprichos del clima en un planeta inestable. ¡Hasta Pacheco ha perdido credibilidad!

En la entrega anterior se había mencionado que los arcos de triunfo son monumentos construidos para conmemorar una victoria militar o para festejar a un gobernante. Los primeros arcos de triunfo que han llegado a nosotros fueron levantados por los romanos en la Antigüedad y cada uno estaba dedicado a un general victorioso. El arco de triunfo clásico es una estructura autónoma, bastante separada de las puertas o murallas de la ciudad. Se trata de estructuras para perdurar en el tiempo, hitos en la trama urbana, altares civiles o militares. En ocasiones, diversos arcos triunfales se levantaron circunstancialmente para festejos puntales para luego desmontarlos y desaparecer de la memoria colectiva.

Caracas contó con diversos arcos del triunfo transitorios que han perdurado menos que los elevados que aún prestan servicio en nuestras calles, que también –se decía- eran provisionales. En tiempos de Antonio Guzmán Blanco se habían edificado algunos para distintas ocasiones. Así nos lo refiere el profesor José María Salvador González en un interesante trabajo de investigación sobre ese período y las diversas entradas triunfales del “Pacificador” a lo largo de sus 18 años de predominio en Venezuela.
La primera de ellas es cuando Guzmán Blanco escenifica su primera entrada en triunfo en Caracas el 25 de febrero de 1872, luego de que su ejército venciese el 6 de enero en San Fernando de Apure a los generales conservadores Manuel Herrera y Adolfo Antonio (alias “el Chingo”) Olivo. En la plaza de San Pablo (ese espacio hoy desaparecido que coincide con los alrededores de la Basílica de Santa Teresa) se erige un arco de triunfo efímero (con diseño del artista Ramón Bolet), decorado con pinturas alegóricas, retratos, banderas, guirnaldas, gallardetes y epígrafes.

El 28 agosto de 1886 al regresar de París, el Caudillo de Abril es acogido en triunfo en Caracas, a lo largo de una carrera triunfal (desde la estación ferroviaria de Caño Amarillo hasta la Catedral) revestida para la circunstancia con vistosos ornatos efímeros, incluyendo varios arcos de triunfo provisionales. Entre ellos sobresale el “Arco de la Aclamación”, erigido según diseño del pintor Manuel Otero junto a la estación de Caño Amarillo: los pilares de sus dos fachadas sostienen las figuras alegóricas de la Fama, la Historia, la Libertad y la Justicia; las metopas conforman el nombre Guzmán Blanco; en la faz occidental de su ático un cuadro al óleo pintado por el propio Manuel Otero.


Hacia finales del siglo XIX, en el mismo año de la construcción de los Arcos de la Independencia y de la Federación en el Paseo de El Calvario, hoy Parque Ezequiel Zamora (2010) se erigió el "Arco de Pichincha", adosado a la Torre de la Catedral en conmemoración de la "Apoteosis de Sucre" por el Centenario, celebrado del 2 al 4 de febrero de 1895.
La ciudad entonces contó con arcos triunfales breves, sin embargo, Joaquín Crespo ordenó en 1895 la construcción de dos arcos de este tipo para honrar permanentemente las gestas políticas más importantes para esa fecha: la Independencia y la Federación en lo que fue el Gólgota de la Caracas colonial. El destino final de estos proyectos lo conoceremos en la tercera y última parte de la historia de las puertas monumentales divisorias entre lo mundano y lo sagrado.
Cirlot, J.E. (1992) “Diccionario de Símbolos”. Barcelona: Editorial Labor, S.A.
Salvador González, J.M ( 2006) “Desvaríos de un ‘Héroe’ espurio: Gloria y figura de Antonio Guzmán Blanco” Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid. http://www.ucm.es/info/especulo/numero34/guzman.html