Octavio Sisco Ricciardi
Gracias a la industria agobiante del entretenimiento cuando oímos Copacabana nos viene a la memoria las innumerables imágenes de la famosa playa brasileña de Rio de Janiero, notoria por sus anchas aceras de mosaicos blanquinegros que emulan a las olas del mar (o calçadão, como le dicen los cariocas), diseño y técnica que heredaron de sus ascendientes portugueses. Bordea por un lado la orilla marina y por la otra -no menos conocida- la avenida Atlántico y a pocos metros, el Beco das Garrafas (Callejón de las Botellas). Esta calle de bares y talentos durante las décadas de los 50 y 60 del XX, nacería la bossa nova. La bossa nova, que puede traducirse como nueva forma o manera de hacer algo diferente, es un género musical de ritmos y acordes entre la vernácula samba y el estadounidense jazz, cuyo tronco común proviene de África. O tal vez para los adultos contemporáneos –vaya el eufemismo para los más viejos- la canción disco de Barry Manilow Copacabana (At the Copa) (1978) que si bien la letra menciona a una discoteca con ese nombre al norte de La Habana, en realidad se inspiró en el hotel Copacabana de Rio de Janeiro.
La playa debe su nombre precisamente a la presencia de una capilla en honor a Nuestra Señora de Copacabana, levantada sobre la roca que separa la playa de Copacabana de la de Ipanema en Rio de Janeiro. Hacia finales del siglo XVIII se construyó una iglesia más grande, por la promesa del obispo Antonio do Desterro quien recibió una gracia especial de la Virgen durante una terrible tormenta en el mar. Derribada un poco antes de la Primera Guerra Mundial dio paso a la fortaleza que hoy ocupa su lugar. Fueron comerciantes y devotos del antiguo Virreinato del Perú, quienes llevaron esa devoción a tierras cariocas nacida en el Altiplano andino, llamada también meseta del Collao.
Es que la Señora de Copacabana está asociada al agua desde sus orígenes devocionales, no solo por nacer a orillas del lago Titicaca (el lago navegable más alto del mundo, a una altitud media de 3.812 m s. n. m.) sino que además es portadora de las lluvias en tiempos de sequías pertinaces. De ahí el apelativo de Virgen del Lago. En Copacaguanas, que en lenguaje quechua significa miradero de la piedra sagrada, comienza su advocación. Otros lingüistas refieren que Copacabana se traduce lugar donde se mira la piedra azul. La Virgen de Copacabana tiene origen en una revelación sobrenatural vivida por un indígena de apellido Yupanqui, quien convertido al cristianismo, buscaba propagar la fe y la conversión de su pueblo, en el poblado de Copacaguanas.
Copacaguanas es un pueblo ribereño próximo a la ciudad de La Paz en Bolivia, a la vera del lago de Titicaca, departamento Manco Kapac, que en fuerza del idioma impuesto por la conquista, devino fonética y gráficamente en Copacabana.
En este pueblo moraba un indígena llamado Francisco Tito Yupanqui. No era escultor ni artista; que a pesar de no disponer de las cualidades de un artesano, sí contaba con una conmovedora fe, motor que impulsa a los místicos inspirados en traducir en obras ese sentimiento no fácil de describir.
Nos cuenta la tradición que un día tuvo una revelación y vio en su cuarto a una señora de dulce y grave aspecto, vestida de amplio manto que le caía en numerosos pliegues. En su brazo izquierdo sostenía un niño cuya cabecita se recostaba en el materno seno y en su mano derecha sostenía un cirio, que en la imaginería mariana representa a la Virgen de la Candelaria. En ocasiones, el Niño Jesús es sostenido con el brazo derecho y el cirio pascual, -atributo que representa la luz de la fe y en clara alusión al bautismo- es llevado por la Virgen morena en su mano izquierda y una cesta con un par de palomitas.
A pesar de su inquietud, Yupanqui no manejaba ninguna técnica, por lo que hizo una tosca imagen de barro, que pudo ir modelando poco a poco con la ayuda de algunos conocedores del arte, tanto en Copacaguanas como en Potosí, a donde se fue a radicar en su empeño de mejorar la imagen por él realizada.
Nos relata Lucas Castillo Lara que Yupanqui contó con el especial apoyo brindado por Francisco de Viracocha (un pariente de la familia imperial inca) quien le permite, previo acuerdo con las tres tribus más importantes de la zona, regresar del Potosí la rústica talla. Entonces, ayudado por artistas versados, es cuando la imagen poca agraciada tomó forma definitiva y aparece en 1583, como patrona de la población de Copacaguanas.
En Bolivia, la fiesta de la Virgen de Copacabana, Nuestra Señora de Copacabana también conocida como Virgen Candelaria de Copacabana se celebra el 5 de agosto. El 1. ° de agosto de 1925 es coronada y declarada Reina de la nación boliviana.
La advocación mariana de un pueblo conquistado que conquistó a su conquistador
Desde allí vino a Venezuela una imagen, la cual fue colocada en la primitiva ermita de San Pablo, según crónicas de Arístides Rojas, por intermedio del obispo fray Antonio Alcega, allá por los años 1607 a 1608. Nuestra Señora de Copacabana es la primera mujer mediadora celestial en Caracas ante males y agravios que fustigaban aquella incipiente ciudad. Su devoción llegaría en 1596. Antes -siguiendo una tradición de sello patriarcal- habían sido nombrados en 1567, a San Sebastián protector de los conquistadores contra las flechas envenenadas de los indios; a San Mauricio, abogado contra la langosta en 1574; y, a San Pablo el ermitaño, abogado contra la viruela en 1580, cuya ermita demolida en 1880 para dar paso al teatro Municipal de Caracas, a la sazón “Teatro Guzmán Blanco”, albergó además de la imagen de la Virgen de Copacabana, la talla inconmensurable de hermosa madera del Nazareno de San Pablo.
Pero, al parecer, la devoción llegó mucho antes por intermedio del capitán Sebastián Díaz de Alfaro, fundador de San Sebastián de los Reyes, (fundada en 1585, localizada en el estado Aragua) quien la dotó en su testamento de mandas para el culto, como lo refiere Castillo Lara.
Su devoción impulsó la fundación de la ciudad de Nuestra Señora de la Copacabana de los Guarenas, cuya partida de nacimiento data del 14 de febrero de 1621, por lo que la Guarenas mirandina está próxima a cumplir cuatrocientos años. Así no los comenta Castillo Lara, que el autor del nombre de Copacabana para Guarenas debió ser el mismo gobernador [Francisco de] La Hoz Berrío, quien era muy devoto de esa virgen y propagaba el culto. Las fiestas de la patrona guarenera son los 21 de noviembre de cada año.
Es que ese fervor atravesó el océano llegando a tierras españolas. En una crónica de 1663, bajo el título Imagen de N. S. de Copacavana, portento del nuevo Mundo ya conocido en Europa, el fray Andrés de S. Nicolás, Agustino Descalzo de la Congregación de España, relata un número importante de testimonios de los milagros de la Virgen de los copacabanos, su expansión en tierras americanas así como el homenaje piadoso que se le rinde en diversos rincones de España.
Inspirada pero no copiada
La única descripción documentada sobre la apariencia de la Virgen venerada en la ermita de San Pablo desde inicios del siglo XVII, la encontramos en Venezuela Mariana del hermano Nectario María y en La tierra de Venezuela y los cielos de sus santos de Alfredo Armas Alfonzo en donde ambos autores mencionan lo siguiente: […] estaba recubierta de oro y pedrerías y se guardaba en un hermoso tabernáculo que formaba el remate del sagrario del altar mayor […], medía escasamente unos 20 cm.
En sus crónicas, Arístides Rojas cuenta que luego de la demolición de la iglesia de San Pablo, la pieza fue robada y encontrada tiempo después, cuando se decidió trasladarla a la Basílica de Santa Ana y Santa Teresa. Por su parte, Carlos F. Duarte menciona en su obra Los maestros escultores de la época colonial, que la imagen desapareció, sin aportar más datos sobre la misma.
Un hallazgo de gran importancia nos permite tener una idea aproximada de cómo fue la imagen de Nuestra Señora de Copacabana venerada en San Pablo. Nos reseña Tarím Gois que se trata de un tríptico de tamaño mediano (56 x 36 x 75 cm) localizado en una colección privada en Santa Cruz de Tenerife, España. Este posee dos inscripciones, una en la parte superior que dice: V. R. de la milagrosa imagen de Nuestra Señora de Copacabana, sita en la iglesia parroquial de San Pablo de la ciudad de Caracas; y la segunda en la parte inferior de la Virgen que señala: Especial abogada de las lluvias: Ave María. La pintura está firmada en una esquina inferior de la parte central con el nombre de José Sebastián Picabea (pintor y dorador, activo durante los años de 1770 a 1772), y fechada entre 1770 y 1775.
El tríptico muestra a esta advocación mariana en la tabla central, mientras en las tablas laterales se representan cuatro medallones con las figuras de tres santos y una santa. Sin embargo, no porta al Niño Jesús entre sus brazos y tampoco lleva los atributos característicos como la vela, la cesta con palomas y la media luna a sus pies, que se utiliza en la iconografía boliviana homónima. Es muy probable como lo intuye Gois, que si la figura del tríptico era el modelo que habría inspirado a la pieza caraqueña de la desaparecida imagen de San Pablo como asegura la inscripción, la talla menuda era una versión bastante libre de la imagen boliviana.
Dispensadora de lluvias
Según Arístides Rojas, a diferencia de la devoción del Altiplano boliviano, en Caracas la devoción se inicia cuando un indígena encuentra una moneda de plata (quizás una medalla) con la imagen de esta Virgen en una calle de la ciudad. El indígena emplea en varias oportunidades la moneda para comprar bebidas espirituosas, pero prodigiosamente la moneda regresa a sus manos una y otra vez. Es entonces cuando decide examinar la moneda y descubre que lleva una figura mariana. El indígena opta por elaborar un escapulario con la medalla y portarlo permanentemente. Tiempo después, comete un asesinato y es condenado a la horca.
Al momento de su ejecución, cuando se le estaba poniendo el lazo al cuello, este se rompe misteriosamente, al ser sustituido por otro y en presencia del público ocurre lo mismo. El indígena aclara que el suceso se debía a que él llevaba puesto un escapulario elaborado con la medalla, la cual había crecido de tamaño; entonces el sentenciado pidió que la imagen fuese venerada en la iglesia de San Pablo primer ermitaño, para que a ella se le pidiera todo lo que se quisiera del cielo. Una vez retirado el escapulario se efectuó la ejecución.
Habíamos mencionado que entre 1607 y 1608, es el obispo Antonio de Alcega quien decide traer una imagen de la Virgen milagrosa. Testigo de una pavorosa sequía que castigaba a la diócesis de Caracas, pensó en recurrir a la Virgen venerada en la costa del lago Titicaca; por ello encargó una imagen de la misma y publicó un edicto sobre sus milagros. La Virgen correspondió a estas atenciones y dispensó las lluvias que tanto anhelaban los caraqueños. A partir de aquí se convirtió en la patrona de las lluvias, sacándose en días de sequía en procesión desde San Pablo hasta la Catedral, en donde sus fiestas duraban dos días, para luego regresar con igual culto a su casa. A esta rogativa asistían las autoridades más importantes de la provincia, el gobernador, el cabildo civil, obispo y demás miembros de la jerarquía eclesiástica.
De ahí que Rojas acusa aquel dicho caraqueño de moda hacia finales del siglo XIX: Salir como la Copacabana, frase que era conocida entre aquellas familias, queriendo significar con ello que una persona o familia salía poco a la calle, de cuando en cuando y en determinados casos. Es que durante casi tres siglos, la Virgen de Copacabana era sacada religiosamente –nunca mejor dicho- en procesión desde la ermita de San Pablo a la Catedral para que lloviera, a causa de largas temporadas secas y calurosas, cuando el preciado líquido ni asomaba en alguna nubecilla de la bóveda azul. Contrariamente, de haber sido muy solícita durante todo ese tiempo, conforme nos atestiguan las crónicas y actas del cabildo de Caracas, luego de la demolición de la ermita, y un poco antes hacia 1850, ya no salía en procesión esta eficiente intercesora de las lluvias, por lo que aquí cabe completar con otro dicho aún en uso: Santos viejos no hacen milagros.
Referencias
Armas Alfonzo, A. (1977) La Tierra de Venezuela y los cielos de sus santos. Caracas: Ernesto Ermitano Editor.
Castillo Lara, L. G. (1980). Nuestra Señora de la Copacabana de las Guarenas: apuntes para su historia colonial. Guarenas: Ediciones del Concejo Municipal del Distrito Plaza, 1980.
Duarte, C. F. (1978) Los maestros escultores de la época colonial. Caracas: Fondo Editorial Fundarte.
Gois C., Tarím S. (2007) Aproximación histórica al patrimonio pictórico y escultórico colonial de la iglesia de San Pablo, primer ermitaño. Caracas: Trabajo de Grado para optar al título de Licenciado en Artes, mención Artes Plásticas. Universidad Central de Venezuela, Facultad de Humanidades y Educación, Departamento de Artes Plásticas.
Hermano Nectario María (1930) Venezuela mariana, o Relación histórica compendiada de las imágenes más célebres de la Santísima Virgen en Venezuela. Coro: s.d.
Rojas, A. (1994) Crónica de Caracas. Caracas: Fondo Editorial Fundarte.